Brunéi se convierte en teocracia y acaba con el respeto y la tolerancia

Otros países islámicos, e incluso el Imperio Otomano en su momento, se han cuidado de caer en esos extremos y han practicado la tolerancia y el respeto a otros credos y condiciones sociales, sólo poniendo ciertas condiciones.

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04 April 2019

Un embrutecido religioso, el Sultán de Brunéi, ha impuesto la “Sharia” sobre su reino, mandando que, entre otras salvajadas, lapiden a homosexuales y adúlteras, corten manos de ladrones y sólo Dios sabe qué otros horrores perpetrarán de ahora en adelante.

Es un salto al mundo de hace mil quinientos años, cuando Mahoma fundó el islam.

El enloquecido sultán es muy selectivo en cuanto a lo que se rige por su versión de la “Sharia” y lo que él como individuo, plantado en el siglo XX, se permite, cosas como aire acondicionado, antibióticos si se enferma, aviones personales (que hasta donde sabemos, no los hubo en aquellos remotos tiempos), internet, comunicaciones inalámbricas...

El sultán invierte en las bolsas internacionales y compra hoteles de lujo en Europa. Para él y sus secuaces, incluyendo su familia, es válido estar a caballo entre dos épocas, aquel mundo y el actual.

Como un rechazo a la brutalidad entronizada, el actor George Clooney ha pedido que se monte un boicot a los hoteles que son parte del portafolio de inversiones del sultán, algunos de ellos en Francia y un par en la Rue Royale de París.

Brunéi es el séptimo país en el mundo en convertirse en una teocracia, como antes lo hizo Irán con los ayatolas al frente, su férreo islamismo y sus perpetuas condenas a muerte al escritor Salman Rushdie por escribir su obra “Versos satánicos”. Pero la expresión más extrema quizá han sido los talibanes y el llamado califato del Estado Islámico (ISIS), que han esclavizado regiones enteras y destruido tesoros de la humanidad como las estatuas gigantescas de Buda o los templos de Palmira.

Otros países islámicos, e incluso el Imperio Otomano en su momento, se han cuidado de caer en esos extremos y han practicado la tolerancia y el respeto a los demás credos y condiciones sociales, sólo poniendo ciertas condiciones. El antídoto ha sido la laicidad del Estado, es decir, si bien son predominantemente musulmanes, la religión no se mezcla.

El respeto y la tolerancia no pueden ser suprimidos por ninguna religión, como ya hubo tristes etapas así en el cristianismo.

Superar los fanatismos de la naturaleza que sean, al igual que reconocer que todo ser humano tiene derechos y libertades fundamentales que ninguna legislatura puede conculcar, ha sido una de las grandes conquistas de la humanidad en su largo recorrido desde que salió de las cavernas.

Esos derechos y libertades se fundamentan en el imperativo categórico: no hagas a otros lo que no quieres que te hagan a ti; tan bárbaro es lapidar gente, como lo sería cortarle la cabeza a alguien por las creencias que predica, en este caso el sultán.

El propósito debe ser siempre luchar contra las prisiones del espíritu

Muchos que hemos viajado por el Medio Oriente hace algunas décadas vimos personas sin manos, pero puede que esa bárbara costumbre se aplique en algunos remotos islotes de superstición.

En Europa, en el mundo entero, hay personas, incluyendo ciudadanos de esos países, que se declaran musulmanes, como una representante al congreso que llega con velos a la cámara. Pero que lo sean, indistintamente de la religión o creencias que profesen, no significa que al cometer una falta o delito van a juzgarlos de acuerdo con lo que su creencia establece, sino que ciñéndose a las leyes imperantes en el país donde se encuentren.

En muchos lugares de Europa, como ejemplo, en los hoteles de cierta categoría los huéspedes deben vestir como europeos, sin burkas o denigrantes señales de sometimiento femenino.

Pero con ropa normal, con modales normales, mucha pobre gente en cada sociedad va por la vida con sus cerebros cautivos por supersticiones, fanatismos, odios inconfesables, tonterías o dominados por vicios y drogas.

Cada ser humano debe luchar por ser dueño de su alma.