Quizá aún no sea tarde

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04 December 2018

Cunde la ansiedad en muchos sectores por los resultados de las encuestas. Y qué bueno que haya preocupación. Lo que falta es atreverse a aventurar explicaciones plausibles sobre el estancamiento registrado por ARENA y el FMLN, pues es gracias a eso que ha prosperado la alternativa frívola e insustancial de Nuevas Ideas—GANA. No me cansaré de repetirlo: Bukele está lejos, lejísimos, de ser el fenómeno político que los sondeos parecen señalar. Sus avances son solo producto del grave error estratégico, por parte de sus adversarios, de no haber entendido cómo piensa y qué intereses tiene el votante salvadoreño.

Como ha ocurrido en casi todas sus campañas desde 2009, ARENA entró a la nueva contienda sin el imprescindible análisis antropológico y sociológico del país que le habría ahorrado numerosas imprecisiones y metidas de pata. Desprovista de esa base de conocimiento cultural del electorado, la campaña arenera (como predijimos) ha terminado en lo que vemos hoy: mensajes desperdigados, vocerías inconexas, improvisaciones, anuncios contraproducentes y el lamentable desperdicio de un ideario que se ha visto jalonado innecesariamente hacia la confusión.

Muestra de las decisiones irreflexivas que han imperado en ARENA es el inadecuado tratamiento de algunos temas delicados. Si la grosería contra quienes piensan distinto es una de las características del entramado digital que apoya al candidato de GANA —algo muy evidente, por cierto— derivar de allí un ataque político montándose en la plataforma del “género” es poco útil y hasta inverosímil, sobre todo cuando la voz de esta campaña la llevan funcionarias con quienes las verdaderas víctimas de violencia tendrían nula o muy escasa identificación.

¿Pero por qué se cae en estos desaciertos? Porque se desconocen los resortes que activan y desactivan a los votantes. La situación del FMLN es todavía más desesperada. Los líderes históricos del oficialismo jamás entendieron de historia: la escribieron en su día, a la manera que mejor supieron, y luego han pretendido que la sociedad entera se quede estancada en esa forma de interpretar la realidad. El resultado ha terminado siendo desastroso para la campaña de Hugo Martínez, que es, por mucho, el candidato presidencial más potable que el FMLN ha tenido desde que bajó de las montañas.

Si ya los años de desgobierno del Frente constituyen un problema, el desafío de armar una convincente estrategia electoral desde la vigilia ideológica es labor para titanes olímpicos. Con tiempo se le exigió a Medardo y compañía que se soltaran de las naguas de Maduro, Castro y Ortega; se les pidió que dejaran de manosear la economía, advirtiéndoles el descalabro y sus efectos electorales; se les sugirió, en fin, que mostraran al menos una intención creíble de respetar la institucionalidad democrática abandonando su suicida relación legislativa con GANA… Todo fue en vano. Nadie más que la cúpula del FMLN será responsable de haber inviabilizado un tercer mandato.

Pese a todo lo expuesto en el presente artículo, y por increíble que parezca, tanto ARENA como el FMLN poseen todavía grandes oportunidades de reinvención. Eso pasa, sin embargo, por hacerse y responderse dos preguntas urgentes: ¿Qué segmento de nuestro electorado tradicional ha dejado de creer en nosotros y cómo podemos atraerlo de nuevo? E inmediatamente después, ¿qué quieren oír de nuestros candidatos esos ciudadanos que siguen sin expresar opinión en las encuestas, y que hoy por hoy, sumándose a los llamados “votos duros”, harían ganar a cualquiera de los partidos en contienda?

A nueve semanas de los comicios, vuelvo sobre una idea que escribí hace un mes en estas mismas páginas: En la actual campaña, areneros y efemelenistas deben hacer con solvencia la “tarea” de la definición, esto es, arriesgar el peso de sus respectivas narrativas en la apropiación de conceptos y símbolos que fortalezcan su imagen partidaria, pero modernizándola y volviéndola atractiva para quienes no están clamando por saltos al vacío cuando manifiestan su hartazgo de la política. Quizá aún no sea tarde para que lo entiendan.

Escritor