Por qué importamos nuestros alimentos

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24 November 2018

Hace unos días la Presidencia de la República junto con el Ministerio de Salud Pública y Asistencia Social expusieron la nueva “Política de Seguridad Alimentaria y Nutricional”. Allí el Presidente aseguró que pretende incrementar “la producción y la productividad” de alimentos gracias a la estabilidad de los precios y el aumento del salario mínimo.

La Directora Ejecutiva del Consejo Nacional de Seguridad Alimentaria y Nutricional, durante el evento de exposición de la política, entre otros detalles, explicó los desafíos que El Salvador tiene en cuanto a seguridad alimentaria. Y manifestó: “… Aún tenemos una dependencia alimentaria a las importaciones… todavía somos dependientes de las importaciones de arroz, de frijol, de hortalizas, de carnes y de productos lácteos…”.

La manifestación de la Directora Ejecutiva sobre que dependemos de la importación para alimentarnos en este país me hizo volver a recordar el proceso político que nos llevó a esta importación de alimentos, un proceso que ha sido y sigue siendo vanagloriado y celebrado por miembros del partido de gobierno actual: la Reforma Agraria fracasada de los Años Ochenta.

Con ese proceso de “reforma” se destruyó, en vez de reformar, la vida agrícola y agropecuaria de esta nación. Los autores de la Reforma Agraria destruyeron la fuente básica de todos los alimentos con los que contaban los salvadoreños y que incluso exportaban. En vez de haber hecho cambios en los defectos del sistema agrícola-agropecuario que sostenía la economía, como la falta de códigos laborales que regularan los horarios de los trabajadores, sus salarios, las vacaciones, etc. y haber invertido en centros educativos y en una red de salud pública efectiva, en las zonas donde se desarrollaba esa base de la economía. Los autores decidieron caerle con toda la energía devastadora posible, dejando sin trabajo a miles de personas y promoviendo una serie de acciones que con apenas pasar veinte años, vimos sus nefastas consecuencias.

La Reforma Agraria destruyó la economía de un país que tenía como base la vida en el campo e impulsó la importación de productos alimenticios. La gente que gozaba de las bendiciones de la tierra se quedó sin trabajo. Migraron interna o externamente. Las tierras ajenas que les dieron a las cooperativas fueron vendidas y convertidas en proyectos de viviendas, en centros comerciales y en lugares turísticos. Y esto será muy difícil que cambie, porque de tierra para cultivos y ganadería, El Salvador ya tiene muy poca.

Es una imperante necesidad que un gobierno responsable realice una verdadera inversión en la agricultura, transformando las siembras tradicionales en cultivos intensivos, apostando al conocimiento tecnológico y copiando los ejemplos que han funcionado en los países ricos; como hasta la fecha ningún gobierno lo ha hecho desde el desastre de la Reforma Agraria. ¡Hasta la próxima!

Médica, Nutrióloga y Abogada

Mirellawollants2014@gmail.com