Diputados: no basta con pedir perdón

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19 November 2018

Tuvieron que pasar más de cuatro meses de retraso para que el pasado viernes, los diputados llegaran finalmente a un inesperado consenso. El entrampamiento terminó, como era lógico, haciendo a un lado el obstáculo que impedía concretar dicho acuerdo. Vamos a empezar por verle el lado positivo: Ya tenemos Sala de lo Constitucional, la cual de manera urgente debe sentarse a trabajar para intentar remediar un daño ajeno: el de la acumulada mora constitucional propiciada por la inveterada incapacidad legislativa de no haber cumplido con dicha elección dentro del plazo legal. Deben además con prioridad solventar otros asuntos pendientes, como la controversia entre el Legislativo y el Ejecutivo, ocasionada por el abuso del veto presidencial ante la supuesta inconstitucionalidad de las reformas en torno a mayor autonomía de la UIF de la Fiscalía, en el control del lavado de dinero.

Como anticipé en una columna anterior, al menos en apariencia, contaremos con una buena Sala de lo Constitucional. Y digo buena, porque no es la mejor que pudieron elegir los diputados. Aldo Cáder, Carlos Sánchez, Marina de Torrento y Carlos Avilés, junto al Presidente de la Sala, Armando Pineda Navas, a mi parecer, reúnen conocimientos y experiencia como para lograr en equipo, hacer un trabajo destacable. Será la independencia, el factor clave que mediremos del actual Tribunal Constitucional. Y es ahí donde queda por hoy la interrogante. En sus primeras resoluciones empezaremos a divisar el camino por el que han de transitar; uno de complacencias con el poder político al que deben controlar, u otro, el ejercicio legítimo del contrapeso legal, que amparados en el texto constitucional están obligados a respetar y ejecutar.

No cayeron nada bien las primeras declaraciones del magistrado Carlos Avilés, quien ocupó sus primeros minutos públicos para criticar a los “malvados” baremos y a organizaciones de sociedad civil, que presionaron –a pesar del disgusto de muchos– por una elección por méritos, por el cumplimiento de la ley, la constitución y la jurisprudencia constitucional. Con lo poco que conozco a Carlos Avilés, quiero creer que sufrió una reacción impulsiva frente a tal emoción. Le sostengo un voto de confianza; pero no olvidemos que el temperamento, reserva, templanza de carácter e imparcialidad –entre otras– son algunas virtudes morales que distinguen y debe exhibir siempre todo buen juez.

Al quinto magistrado electo –la sorpresa– Roberto Calderón, le conozco desde las aulas universitarias y sé de su dedicación al estudio, el trabajo exigente y su trayectoria judicial. Unas expresiones poco felices en su entrevista ante la subcomisión legislativa, producto quizá del nerviosismo de la ocasión, parece que le traicionaron su dicción. Ahora es cuando, magistrados electos, del “juicio” de su trabajo no se podrán escapar; y de los frutos de su moral, ciertamente, responderá cada cual.

Resulta anecdótico que los honorables diputados, premiándose falsamente con múltiples muestras de autocomplacencia, se felicitaron primero por el consenso tardío alcanzado, para luego, de todas las fracciones, dedicar huecas muestras de “contricción”, pidiendo al pueblo salvadoreño perdón. Parece surrealista escuchar a los funcionarios peor evaluados por toda la ciudadanía pedir perdón en ésta ocasión. ¿Cómo llegaron al repentino consenso? Cuéntennos, ¿qué negociaron tras esas puertas cerradas? ¿Cómo alcanzaron en las últimas semanas una votación casi por unanimidad? No hace falta que nos cuenten. Son los acuerdos políticos (cuotas), y en dicha materia, siempre hay mucho que ocultar.

Y el perdón fingido, ¿para qué? ¿Qué remedian sus palabras si la historia sigue igual? Si acaso su perdón fuera sincero –viniendo de un político, dudosamente eso es real– procedan cuanto antes a normar de una manera técnica, eficiente y objetiva, un nuevo proceso uniforme para las elecciones de segundo grado de futuros funcionarios. Se viene la elección del Fiscal General, y a menos que lo hayan acordado ya, como parte de un gran combo político, seguro que con caras de poca contricción, nos vuelven a pedir perdón.

A los nuevos magistrados, ya para terminar, se les felicita por tan elevado nombramiento, no sin dejar de recordarles lo que Thomas Hobbes en relación a los favores y el poder escribió: “los favores obligan, y esa obligación es siempre, una esclavitud permanente”.

Abogado y Notario