Bolsonaro y las ideologías

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08 November 2018

La elección de Jair Messias Bolsonaro ha causado gran desazón en todos los círculos democráticos del mundo por las posturas de autoritarismo que tomó durante su campaña y que ha reafirmado como presidente electo. Este tema ya ha sido discutido hasta la saciedad por todos los medios importantes en el planeta y el veredicto ya parece estar dado, basado en términos puramente ideológicos. Pareciera haber un consenso de que Brasil, que todo el mundo había pensado que ya había absorbido la democracia, que se había vuelto de izquierda y había dejado atrás el autoritarismo de los gobiernos militares, ha vuelto a desear el pasado militar y se ha ido a la extrema derecha.

En este artículo yo arguyo que el tema principal en las elecciones presidenciales de Brasil no pueden haber sido ni la ideología ni los programas de gobierno, ni la calidad de “nuevo nombre” que muchos quieren darle a Bolsonaro para acomodarlo a un cliché. Con respecto a este último punto, nadie puede decir que Bolsonaro era un nombre nuevo si ha sido diputado desde 1991. El punto crucial en mi argumento con respecto a la irrelevancia de la ideología y los programas de gobierno es que Bolsonaro no fue el primer preferido para ser electo.

Todas las encuestas hasta unos pocos días antes de las elecciones mostraban que el preferido de los electores era Lula, un personaje que era todo lo contrario de Bolsonaro en términos de ideología y de programas de gobierno. Nadie en Brasil duda de que si Lula hubiera corrido, él sería presidente ahora. Pero Lula no corrió porque la Corte Suprema de Justicia no se lo permitió porque es un reo condenado por corrupción. Al quedar Lula inhabilitado, el Partido de los Trabajadores nombró a otro candidato para sustituirlo, lo que hubiera podido esperarse si la elección hubiera sido sobre ideología o sobre programas es que la gente hubiera votado por ese sustituto, que tenía la misma ideología y los mismos programas que Lula. Pero no. Faltando Lula, votaron por el que estaba más alejado en ideología y en programas.

Esto es como el caso de un joven que entra en una fiesta y, al no poder bailar con una muchacha de pelo negro y ojos oscuros, busca entonces bailar con una rubia con ojos azules —a pesar de haber muchas otras muchachas de pelo negro y ojos oscuros. Siendo que las dos son su primera y su segunda preferencia, es obvio que él no define su “tipo” de mujer por los colores del pelo o de los ojos. Tiene que haber otro factor que define el “tipo” de mujer que agrada al joven, algo que las dos tienen pero que no es el pelo ni los ojos. Igualmente, si el preferido del pueblo fue primero Lula, y el segundo Bolsonaro, el “tipo” de presidente que los brasileños prefirieron en estas elecciones no está definido por las categorías de ideología y programas, a pesar de que estas son las que normalmente se usan para definir a los candidatos.

La clave para entender lo que pasó en Brasil, pues, está en entender qué es lo que Lula y Bolsonaro tienen en común. Este factor común parece estar definido por las características de liderazgo fuerte y decidido que tienen los dos. En un mundo en el que las cosas están cambiando muy rápidamente y en direcciones que no es posible prever, los votantes brasileños parecen buscar no ideología, ni programas, sino las cualidades personales que tiene que tener el candidato para guiar a la sociedad en su ajuste a ese nuevo mundo —la fortaleza para enfrentar retos inesperados, la confianza en sí mismo para infundir un rumbo a la sociedad, y la firmeza para mantenerlo en medio de graves tormentas. Lula demostró en su presidencia que tiene muchos defectos, tan graves que lo inhabilitaron, pero también demostró que puede liderar a una sociedad con mucha firmeza. Bolsonaro ha dado esta impresión también, es lo que está ofreciendo: guiar, en otra dirección pero también firmemente. Lo que Bolsonaro tiene que mostrar es que puede dar esa guía firme y definida dentro de un sistema democrático. Eso es lo que los pueblos necesitan en estos tiempos tan llenos de incertidumbre. Los que ofrezcan esa firmeza ganarán las elecciones en la región.

Máster en Economía

Northwestern University