¿Somos tontos?

descripción de la imagen

Por

05 November 2018

En el contexto del vergonzoso retraso en la elección de los magistrados de la Corte Suprema, varias organizaciones han pasado de los tradicionales comunicados, editoriales, entrevistas y conferencias de prensa, a realizar otras actividades que no solo reiteran el descontento con la omisión legislativa, sino pretenden exigir directamente, y dejar claro qué es lo que de verdad está atrasando este proceso de elección.

Una legítima presión ciudadana que poco a poco ha comprendido la importancia de contar con un tribunal constitucional compuesto por personas honorables, capaces e independientes.

Precisamente ante una de esas varias manifestaciones, el expresidente de la Asamblea Legislativa, como ya es su costumbre, en lugar de hacer mea culpa, pedir perdón a los ciudadanos y proponerse enmendar, reacciona virulenta e irrespetuosamente, tildando de tontos a un grupo de personas, simplemente porque no comparte el mensaje que estas pregonan. Un despropósito más para su colección.

Dejando de lado el improperio del legislador, lo cierto es que ello nos debe llamar a la reflexión. Nosotros, por acción u omisión, por desconocimiento, ignorancia, desidia, comodidad o hasta complicidad, hemos permitido que en nuestro país los Órganos de Estado y principales instituciones estén copados de funcionarios que jamás tuvieron que haber tenido la oportunidad de representarnos o administrar nuestros impuestos. El caso del expresidente de la Asamblea es sin duda uno de los casos más emblemáticos y deshonrosos, pero como ese han existido y aún existen muchísimos más.

Hemos tolerado que nos insulten, que en nuestras narices distraigan fondos públicos para sus intereses o el de sus familiares, que pisoteen recurrentemente nuestros derechos, que nos impongan sus agendas sin consultarnos, que se enriquezcan exponencialmente sin pudor alguno, que no se preocupen por los más desamparados, que usen vilmente las instituciones, que las atiborren con sus amigos y parientes y que se burlen de nuestras legítimas exigencias ciudadanas. Lo peor es que lo hacen sin pudor alguno y con unos niveles de cinismo que a cualquier llevan a la exasperación.

Ante eso nos quejamos con nosotros mismos o con nuestro círculo más cercano, nos atrevemos a comentar alguna que otra cosa en redes sociales y con la excusa de ya estar haciendo suficiente porque se trabaja honradamente y se pagan los impuestos, nos escondemos en las típicas expresiones de… “ya es hora de que alguien haga algo”, “lo que pasa es que acá nadie hace nada”, “ojalá hiciéramos como en otros países”, etc.

Vemos y cuestionamos hacia todos lados, pero nunca nos vemos en el espejo. Buscamos que alguien más haga algo que nosotros mismos podríamos estar haciendo. Queremos que las cosas cambien pero seguimos sin entender que de alguna forma tenemos que involucrarnos, porque trabajar, no es suficiente.

En todo esto reconozco mi cuota de responsabilidad. Como lo he dicho en diferentes oportunidades, nuestra generación fue despreocupada, quizá conformista con el destino de nuestro país. Aplaudimos el cese del conflicto armado y eso nos pareció suficiente, sin darnos cuenta de los huracanes sociales y políticos que se estaban gestando en ese momento. Cuando jóvenes vimos pasar, dejamos hacer, nos desentendimos y hoy estamos pagando esas consecuencias.

Ojalá y los jóvenes de ahora no cometan ese mismo error; ojalá que los que tienen el privilegio de recibir educación universitaria comprendan que el hecho de permanecer en las aulas, desconectados y despreocupados de la realidad que les rodea, nos perjudica a todos; perjudica su futuro.

Quizá sí debemos preguntarnos si somos tontos. Pero no por manifestarnos y exigir, sino por no haberlo hecho antes, por haber esperado llegar al día 100 y no haberlo hecho desde el día 1, por habernos conformado con tan poco, por seguir apoyando a personajes que mancillan el quehacer legislativo, por aplaudir discursos populistas y mesiánicos, por premiar una mal entendida astucia política, por no usar más las instituciones, y en fin… por permitir que desde un curul se nos insulte.

Doctor en Derecho, abogado y docente universitario