Corrupción y poder

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22 October 2018

Es el historiador y político liberal inglés Lord Acton quien en el siglo XIX acuñó la tan famosa frase “el poder tiende a corromper, pero el poder absoluto corrompe absolutamente”. Y tenía razón. En un artículo anterior escribí en este espacio, sobre la división de poderes, pilar de lo que conocemos como Estado de Derecho, que permite que en un sistema de gobierno democrático existan tres órganos, el legislativo, ejecutivo y el judicial, colaborando y controlándose entre sí conforme a sus respectivas funciones para alcanzar los fines del Estado, teniendo a la persona humana como origen y fin de toda su actividad. ¿Idealista? Si.

Eda Cleary, autora de “El poder y los valores en Weber, Freud y Kelsen, a la luz del nuevo paradigma científico y en relación con América Latina” (2011) intentó aproximarse como ella misma definió, de una manera crítica, a la revisión del concepto del “poder”, en relación con los valores del hombre, partiendo de las teorías desarrolladas por tres maestros clásicos de las ciencias sociales, Max Weber, Sigmund Freud y Hans Kelsen; pero a los efectos de este artículo me detendré brevemente en la reseña sobre el pensamiento de Hans Kelsen, jurista, filósofo y juez austríaco, gran positivista jurídico que jugó un papel fundamental en la modernización de la Teoría del Derecho del siglo XX.

Kelsen Planteó una estricta separación entre el Derecho y la Moral –que muchos no comparten– para consagrar un tipo de derecho científico que se alejara de toda consideración ética, moral, filosófica, social o histórica. Para Kelsen, el Derecho es el Estado y el Estado es el Derecho. No por gusto se le consideraba un antiliberal. Estas ideas las concretizó Kelsen en su obra “Teoría Pura del Derecho” (1935). Sin duda una postura radical del positivismo jurídico. Sin embargo, su pensamiento se matiza frente a una de sus principales preocupaciones en cuanto a evitar los abusos de poder cometidos por sistemas judiciales que en nombre del “interés general”, pretendían otorgarle un fundamento objetivo a un accionar subjetivo, es decir, guiados por intereses personales.

Kelsen además consideró a la democracia como una forma de organización social que promueve la tolerancia y con ello garantiza de mejor manera la paz necesaria para la convivencia humana. Para él no era el poder mediante la coacción física lo que definía al Estado, sino que éste se explicaba mediante la realización del Derecho y el contenido de las normas jurídicas. ¿Puro idealismo jurídico alejado de la realidad del poder? Sí.

En lo personal, estimo que en el ejercicio del poder, desde su manifestación del poder político, no puede definitivamente separarse la Moral del Derecho, y a la vez del Poder, pues estos tres conceptos, integrados a manera de símil como sucede con los tres poderes del Estado, reflejan cómo deberían operar interrelacionadamente, para no caer en la disfuncionalidad del abuso de autoridad, que conlleva a abusar del poder. Por eso expresó el filósofo Francés Bernard Henry Levy: “La autoridad es el equilibrio entre la libertad y el poder”.

La corrupción aparece entonces como una manifestación del abuso del poder, de falta de moral y de violación de la ley, violentando el interés general al privilegiar el interés particular. Hay corrupción pues no solo en lo obvio, por la apropiación y desvío de fondos públicos, el tráfico de influencias, los sobreprecios de obras o sobresueldos mensuales. La hay también en todo aquello que en ejercicio del poder ignore la moral y el cumplimiento de la ley; por ello es posible sostener que es corrupción del orden legal e institucional abusar del veto presidencial, no elegir Sala de lo Constitucional, repartirse cuotas y encerrarse a negociar.

Es a causa de la corrupción y los juegos del poder que han transcurrido 100 días sin elegirse a los 4 magistrados que faltan en la Sala de lo Constitucional. Para los idealistas, un poder mal entendido; para los realistas, una consecuencia lógica e irremediable de su ejercicio. En esa dinámica perversa en la que la aspiración por una elevada justicia termina siendo la gran ausente, mucha razón tuvo Honorato de Balzac cuando escribió que “todo poder es siempre una conspiración permanente”.

Abogado y notario