Un Estado que demanda violencia

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21 October 2018

Quisiera compartir un caso, a manera de ejemplo, para que podamos valorar cómo estamos utilizando la violencia dirigida a las niñas y mujeres desde el Estado y si esto es lo que queremos como sociedad. Porque el Estado somos nosotros, usted y yo.

La historia de Margarita (nombre ficticio) es brutal, pero no por eso inusual. Margarita es una niña que fue sistemáticamente violada por su padrastro desde que tenía 12 años. Producto de esas violaciones, a los 18 años quedó embarazada. La prueba de ADN comprueba, sin lugar a duda, que la niña que tuvo es hija de su padrastro. Su madre, que tiene otros dos hijos y depende económicamente de ese padrastro, se rehúsa a dejarlo.

Sin haber tenido siquiera un solo control prenatal, Margarita tuvo una niña en un parto extrahospitalario. Lo que sabemos a ciencia cierta es que la bebé nació en la letrina de su vivienda, que Margarita fue llevada por su madre al hospital adonde fue internada por sangramiento excesivo y que allí fue acusada de Homicidio Agravado Tentado (intento de homicidio), detenida y encarcelada. Desde entonces, hace ya un año y medio, ha estado tras las rejas. Su juicio está en curso en estos momentos.

Sabemos también que el abuso sistemático provoca traumas psicológicos serios. Seis años de violaciones, en su hogar, con la aparente complicidad de la comunidad y el silencio de su madre. De acuerdo con la evaluación realizada por el psicólogo del hospital y el psicólogo forense, además de afectaciones psicológicas propias de una situación de abuso, Margarita presenta retraso sociocultural y un coeficiente intelectual debajo de lo normal. Es imposible saber con certeza qué sucedió. Tenemos la versión de Margarita, la niña violada, y la versión de la Fiscalía, la que considera a Margarita una posible asesina.

Margarita ha expresado que ese día sintió un fuerte dolor y necesidad de ir al baño, que fue a la letrina, que sintió que algo se desprendió de su vientre y que ella cayó desmayada. Su madre la trasladó al hospital. Mientras estaba en el hospital, agentes de la PNC sacaron a la bebé de la letrina, con vida y sin ningún signo de violencia, según se establece en el reconocimiento médico realizado por Medicina Legal. No hay indicios de que se tratara de un parto provocado. Los médicos concluyeron que se trató de un embarazo de término.

La Fiscalía ha acusado a Margarita de provocar el parto y de intentar asesinar a su bebé. Adicionalmente, los fiscales asignados al caso se negaron a reconocer la posibilidad de que la violación sistemática fuera cierta y la acusaron de mentirosa. El juez del caso, a solicitud de la Fiscalía, desestimó las pruebas de la violación sistemática de Margarita como parte de su defensa, incluida la prueba de ADN que claramente identifica que la bebé es hija del padrastro. No se va a considerar ese historial de abuso en su juicio. Mientras continúa el juicio, la custodia de la hija de Margarita fue dada primero a su madre y luego a su abuela. A la fecha, Margarita sigue sin recibir atención psicológica. Y sin conocer a su hija.

Está claro que las circunstancias de la vida que llevaron a Margarita hasta esa letrina no pueden ser catalogadas más que como extremas. Circunstancias marcadas por la violencia sistemática de una niña. Ella es una víctima y no una victimaria. La respuesta del Estado, de nosotros como sociedad, de usted y yo, no debiera ser más violencia para Margarita. Debiera ser otra. Margarita lo que requiere y merece es apoyo. Requiere y merece asistencia médica y psicológica. No cárcel.

Si no podemos reconocer esto, hemos perdido o no tenemos sentido de humanidad como sociedad. No vamos por buen camino cuando el Estado lo que demanda y ejerce es más violencia para y hacia las víctimas. Esto tiene que parar. No más violencia.

Licenciatura en Conservación de

Patrimonio Cultural y Diplomados:

Desarrollo Cultural; Gestión Cultural