Recuperar la esencia

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17 October 2018

El próximo presidente debe recuperar la esencia de las cosas. En estos tiempos es fundamental revisar cuánto nos hemos desviado de los cimientos que ilustraron el nacimiento de la República. Se ha perdido la sustancia de la democracia. No estamos resolviendo de manera adecuada nuestras diferencias. Por el contrario, la manipulación de la institucionalidad con el propósito de obstaculizar el establecimiento de límites a los abusos de la autoridad es ahora la estrategia más demandada. Queremos dirimir la carencia de una visión común de país alterando la independencia de las instituciones. Vamos en sentido contrario a la historia. En los siglos XIX y XX se consolidaron las libertades individuales, el reconocimiento de los derechos humanos y un entramado de organizaciones internacionales como paradigmas para regir la vida de los hombres en sociedad. La represión, la concentración de poder, el desprecio de la vida y la corrupción son los nuevos arquetipos de quienes gobiernan buena parte de América Latina. En pocas palabras: abunda la distorsión de la política.

Además de rescatar las bases del liberalismo político —separación de poderes, libertad de expresión y de asociación, el Estado de derecho, la propiedad privada, etc.— el nuevo gobernante debe restablecer la naturaleza original de ciertas políticas públicas. Es necesario volver a la génesis que motivó la creación de programas como el Fovial, reorientándolo al mantenimiento de la infraestructura vial y no a la edificación de obras; la Red Solidaria, ahora comunidades solidarias rurales, revisando el mapa de pobreza y ampliándola a las zonas urbanas; y Educo, premiado como el mejor entre 200 programas gubernamentales a nivel global por el Banco Mundial; por citar tres casos.

También conviene recrear una estructura estatal que probó ser funcional. El Salvador no ha identificado un rumbo estratégico en parte porque no planificamos. Los funcionarios responden a demandas sociales sin importarles el costo y la sostenibilidad de las mismas. Nadie está pensando en el futuro. Por lo general los políticos se decantan por soluciones que les otorgan inminentes réditos electorales. Lo mismo sucede con los ciudadanos. La gente quiere respuestas urgentes porque la violencia, el desempleo y la escasez de servicios públicos los ahoga diariamente. En una sola idea, resolvamos lo inmediato sin olvidarnos de un plan a largo plazo y de una instancia que trabaje en ese objetivo.

La falta de diálogo es otro de los grandes déficits. Se distorsionó por completo la metodología para encontrar acuerdos. Después del “Pacto de Chapultepec”, los diferentes presidentes se olvidaron de impulsar instancias que promovieran espacios para construir consensos. A lo largo de los últimos veinticinco años se establecieron docenas de comisiones, mesas y consejos, la mayoría transitorios. La casi totalidad de estos esfuerzos arrojaron nulos resultados. Paradójicamente las pocas iniciativas exitosas fueron clausuradas. Aquí existe otra inmensa oportunidad para el siguiente titular del Ejecutivo. Retomar modelos como el de la Comisión Nacional de Desarrollo (CND) sería ideal. La eficacia de la CND fue el resultado de la combinación de dos factores: la pluralidad de sus miembros —una mezcla de prominentes empresarios con académicos e intelectuales— y una agenda de proyectos bien estructurada que nació de una amplia, seria y ordenada consulta territorial. Otras entidades permanentes como El Consejo Económico y Social, el Consejo Superior del Trabajo, el Consejo Nacional del Salario Mínimo y el mismo Consejo Nacional de Seguridad y Convivencia Ciudadana fracasaron ya sea porque el gobierno las tomó como instrumentos propios neutralizando su finalidad inicial, o se invitó a decenas de personas, todas bien intencionadas, pero sin un conocimiento profundo de los asuntos a examinar.

Finalmente es indispensable reconquistar la confianza. A todos nos mueve la sospecha. La discrepancia y la rivalidad le ganaron terreno a la colaboración entre los Órganos de Estado. Se alimenta el odio para neutralizar a los adversarios. La antipolítica y el populismo impiden descifrar las verdaderas intenciones de los candidatos. Esta percepción mutará cuando los aspirantes presenten el fondo de sus propuestas y digan cómo las concretarán. El elegido tiene que esforzarse por eliminar la tirantez de la campaña electoral y tender puentes interpartidarios y con otros sectores para echar adelante sus apuestas. Si de elegir se trata recobremos primero la confianza y el resto vendrá por añadidura.

Abogado y politólogo