“Conecte” poderosísimo

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15 October 2018

A nadie le son desconocidas las ventajas de mantener contactos, o como decimos los salvadoreños, “conectes” en diferentes ámbitos. En el sector profesional, muchas veces un conecte podría hacer toda la diferencia entre ser invitados a una entrevista laboral o que el currículum de uno se pierda entre la resma de papel tamaño de todas las hojas de vida de múltiples aplicantes con capacidades similares.

En los sectores informales, los conectes también mueven montañas. Tener conectes en la entrada de un club nocturno o discoteca de moda hacen la diferencia entre entrar de primero o hacerse viejo en la fila de la entrada. Yo sé, porque nunca tuve de esos conectes y perdí lo que podría sumar varias horas en la década de mis veintes haciendo filas para entrar en lugares que, con la sabiduría de la experiencia ganada, puedo garantizar ahora que no valían la inversión del mismo tiempo en el que habría podido leer varios libros.

Uno de los mejores conectes que he tenido, sin duda alguna, fue don Julio, un guardia de seguridad en una tienda de repuestos en la que hice una pasantía durante la universidad. Las pasantías dejan lecciones valiosísimas y la primera que aprendí en esta pasantía en particular fue que encontrar parqueo en la calle Rubén Darío y calles aledañas no es para los pobres de espíritu ni los escasos de tiempo. Yo, con la inexperiencia de recién haber aprendido a manejar y el mal hábito de no salir temprano, era las dos cosas. En mi segunda semana me pasé un almuerzo platicando con don Julio, y después de intercambiar historias de nuestras familias, trabajos y demás aventuras, nos volvimos cheros. A partir de entonces cada mañana don Julio, que estaba en su puesto desde las 6:00 a.m. todos los días, me apartaba un buen parqueo cerquísima de la oficina usando dos piedras que le habrían quebrado el eje al carro de cualquier atrevido que se le hubiera cruzado por la cabeza parquearse ahí antes de que yo llegara. Siempre le decía yo a don Julio que tenerlo de “conecte” era lo mejor que me iba a llevar de esa pasantía, y en broma me decía siempre que ese era el precio de ser tan poderoso: hacerle favores a los cheros.

De manera inversa, no hace falta ser muy poderosos para pensarnos en lo personal como “conectes” para otros y tener la disponibilidad de ayudar a quienes lo soliciten, porque es la única manera de pagar los favorazos recibidos, tantas veces sin darnos cuenta. Ya sea una referencia laboral o personal, una presentación de conocidos, una sesión de mentoreo a jóvenes indecisos sobre su rumbo profesional, ofrecerle hospedaje al que va de paso sin donde quedarse, etc. La oportunidad de poder ser el “conecte” de alguien es un verdadero privilegio, porque es la única manera de pagar en justicia los muchos empujoncitos que hemos recibido y que nos han permitido llegar donde estamos, gracias a tantos don Julios que vamos conociendo por la vida.

La verdadera lotería se la saca uno cuando se tiene un conecte verdaderamente importante, con la capacidad de conseguir lo que sea, por difícil que parezca. Y este fin de semana, los salvadoreños nos sacamos colectivamente la lotería de los conectes porque ahora tenemos un conecte, nada más y nada menos, que en el cielo. Tenemos, a una oración de distancia, el oído y atención de San Óscar Arnulfo Romero. Conoce nuestra situación, y amó nuestra tierra y a nuestra gente con patriotismo y fervor del tipo al que deberíamos aspirar todos los ciudadanos. Abogó por los oprimidos y nunca perdió de vista a los pobres. Recién confirmada su santidad, vale la pena aprovechar este lujo de conecte y pedirle con toda la fe y devoción posible que nos haga el favorazo de bendecir a nuestro país, que con tanta urgencia lo necesita.

Lic. en Derecho de ESEN con

maestría en Políticas Públicas

de Georgetown University.

@crislopezg