Las cadenas de la intrasubjetividad

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15 October 2018

Lo que creemos es resultado de nuestros pensamientos, inculcados en nosotros por la educación social, cultural y religiosa, a la que hemos estado expuestos. Pero lo interesante es que cuando esa creencia es compartida por mi vecino, mi compañero de trabajo, mi pareja, mi grupo de amigos, etc., ese pensamiento llega a convertirse en una realidad.

Conocemos que lo “objetivo” es aquello que existe con independencia a nuestras creencias personales. La fuerza de gravedad, por ejemplo, seguirá siendo la misma para un ateo, un mormón o un budista. No hay fe que se interponga en la caída de una piedra desde un segundo piso. Ni aquí ni en la China.

Lo subjetivo, en cambio, es algo que existe en función de la conciencia y creencias de un único individuo, y desaparece o cambia si este individuo concreto cambia o muta sus creencias. Pero ese cambio, solo lo afecta a él.

Lo interesante es que, las diferentes subjetividades, cuando son compartidas por amplios sectores poblacionales, derivan en el peculiar fenómeno de lo intrasubjetivo. Esto ocurre cuando existe una red de comunicación que conecta los pensamientos y conciencias de muchos individuos.

La red del pensamiento intrasubjetivo es tan fuerte que no hace mucha relevancia que una persona renuncie, de forma aislada, a un partido político o que abjure de su fe. Ese cambio, lo sigue afectando solo a él, mientras que el resto de individuos que pertenezcan a la organización continuarán sosteniendo sus creencias sin apenas notar el cambio en un individuo concreto. La única forma de cambiar una creencia intrasubjetiva es cuando la mayoría de personas experimenta un cambio en su forma de pensar.

Durante la mayor parte del Siglo XX, importantes segmentos poblacionales creían que el comunismo soviético era una opción viable para solucionar los problemas de pobreza y diferencias sociales que experimentaba la sociedad occidental. La percepción intrasubjetiva respecto al comunismo, como una “legítima” opción política cambió hasta que ocurrió una toma de conciencia por parte de amplios sectores poblacionales, respecto de los horrores del comunismo.

Nuestro país también vive sus propias realidades intrasubjetivas, la más clara de ellas es el rechazo a la privatización. En El Salvador, todo lo que “huele” a privatizar es satanizado y la reacción de la población, más que mental, es visceral. Pero esa reacción no es gratuita. El pueblo ha sido educado por sacerdotes y por maestros afines a la izquierda, que todo lo que es o implica una privatización, es malo y debe ser rechazado. Pero ¿por qué?

¿Alguien de ustedes ha escuchado alguna explicación coherente respecto al porqué algo “privado” es peor que algo “público”? Todos, independiente de nuestra condición socioeconómica, hemos experimentado lo pésimo de los servicios públicos, así como la galopante corrupción en las empresas estatales. Pero, no obstante lo anterior, y sin ninguna evidencia que lo soporte, segmentos importantes de la población se oponen a que los servicios básicos sean prestados por la empresa privada, la cual, usualmente, los presta de una forma más rápida, barata, eficiente y de mejor calidad. ¿Un ejemplo? La privatización de ANTEL. Esa entidad era un Templo a la Corrupción y a la Ineficiencia, pero una vez privatizado el servicio, en poco tiempo El Salvador estuvo completamente comunicado y de forma más eficiente y barata.

La privatización, así como otros conceptos como dinero, riqueza, libre comercio, libre competencia, libertad de expresión, propiedad privada y similares —tan importantes históricamente para lograr el desarrollo de los países— son rechazados de forma intrasubjetiva (sin análisis ni razonamientos previos), por amplios sectores de la población. Esta situación solo puede ser revertida por medio de un cambio en la forma en que educamos a nuestro pueblo, la cual debe ser laica e impartida por medio de maestros estimulados, capacitados y liberados de prejuicios ideológicos, utilizando un pénsum académico libre de dogmas, que estimule la investigación y el debate de ideas, como método de aprendizaje.

Si no nos esforzamos en cambiar las creencias de la población, orientándolas a la asimilación de conceptos orientados al progreso y desarrollo, estaremos condenados a que nuestros hijos y nietos continúen viviendo en la cárcel de un pensamiento intrasubjetivo, que nos encadena al Tercer Mundo.

Abogado, máster en Leyes

@MaxMojica