Romero desde San Antonio El Jícaro

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12 October 2018

Nadie supo su edad. Era el eterno niño grande de la comunidad de San Antonio El Jícaro, en Chalatenango. Tratando de llegar a casa fue arrastrado por la repunta del río en una tarde de invierno. Desde entonces sus habitantes si deben atravesar el afluente en época de lluvia, lo hacen en colectivo; se sujetan de las manos, arman una cadena humana y a paso seguro llegan al otro extremo.

San Antonio El Jícaro es una comunidad en las montañas de Chalatenango de 300 habitantes, sus accesos son menos que básicos, llegar a la ciudad principal implica horas, la calle es rústica, el acceso a la salud es un desafío, viven de las bondades de la tierra y algunas familias, auxiliadas de las remesas; el paisaje es hermoso y su gente vive amarrada al sentido de comunidad; las celebraciones populares comienzan en casa y luego al colectivo.

Para este histórico fin de semana de octubre, dedicado a la santificación de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, tienen claro en plan del festejo, se reunirán en familia y luego en la ermita, el invitado especial en los dos espacios es Romero como mensajero de Jesús, y al mismo tiempo, sentado en redor de la mesa como el pastor que debe estar donde está el sufrimiento. (Homilía 30 de octubre de 1977).

Los platos de la fiesta son los tradicionales tamales de gallina, pan dulce con café o chocolate, el aporte ha sido Ágape, al igual que los recursos que utilizaran para vigilia; este espíritu romerista no es exclusivo en esta comunidad, como en San Antonio El Jícaro, otros cantones, caseríos, barrios y colonias probablemente indistinto el color político o religión estarán seducidos por Romero. Como se verá no es la opulencia la invitada, las reflexiones serán tomadas de los Evangelios y homilías inspiradas fuera del púlpito.

En octubre del 77, hace 41 años el mensaje de Romero estaba dirigido a las familias y les invitaba a ser agentes transformadores de comunidad, y donde el principio no solo es la familia unida sino la familia en amor y comprometida. (Homilía 7 de octubre de 1977).

Para esta comunidad chalateca golpeada por la vulnerabilidad ambiental y social, los mensajes de Romero son tan actuales como en la década de los 70, donde se trata de vivir valores, de “no tener más sino ser más” en afán de las verdaderas transformaciones sociales, y donde cada miembro de la familia hace su parte en la comunidad.

Romero se levanta todas las mañanas en esta comunidad, como se levanta con el empresario justo, con el funcionario ético, con la persona que decide emigrar y con todos los salvadoreños que hacen la diferencia.

Romero sigue interpelando la injusticia desde donde venga, y el lugar que sigue escogiendo para apuntar a la llaga, como en los 70, y ahora desde el altar es el corredor mirando al campo seco o inundando, es la vera del río con sus repuntas, es el camino inaccesible para la salud o la escuela, es el hospital sin medicinas, o sentado alrededor de la mesa de una familia humilde que le prende candela al santo para que venga la esperanza de un El Salvador mejor. San Antonio El Jícaro en las montañas del norteño Chalatenango celebra la llegada del Santo y se contagia de su espíritu, arma una cadena humana y, como sea, atraviesa el difícil río de todos los días.

Periodista especializada en

turismo y desarrollo local