La Voz que guía nuestras conciencias

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11 October 2018

No tuvo formación periodística ni sobre tecnologías de la información. No era necesario. Sus instrumentos eran un micrófono, una grabadora y el interés por que hubiera mejores condiciones de vida para la población desprotegida; un hombre que, al llegar al púlpito, tenía una voz firme que sonaba con fuerza a través de la señal de la radio YSAX: Monseñor Óscar Arnulfo Romero.

Los tres años transcurridos entre su nombramiento y su asesinato (1977-1980) fueron un período de intensificación de la violencia, preámbulo del conflicto armado.

El 23 de marzo de 1980 el Arzobispo de San Salvador celebró la misa dominical en una especie de “exilio”, puesto que la Catedral Metropolitana había sido ocupada por miembros de las Ligas Populares 28 de febrero, de modo que la sede auxiliar fue la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús, en el centro de la ciudad.

Simbólicamente, ese día fue el reinicio de las transmisiones en vivo de la homilía del arzobispo en la YSAX. Los doce meses previos, la radio había sido atacada con bombas en diez ocasiones, había sufrido continuas interferencias y tenía sobre sí la amenaza de cierre. El mensaje era claro: evitar que aquella modesta emisora dejara ser la caja de resonancia del mensaje del jerarca de la Iglesia en momentos de convulsión.

No era casualidad. La voz del Arzobispo tomó fuerza cuando en marzo de 1978, miembros de la Organización Democrática Nacionalista (ORDEN) irrumpieron en San Pedro Perulapán y los cantones El Rodeo, Tecoluco y la Esperanza, en el departamento de Cuscatlán.

Entre el 21 al 31 de marzo en esa área ocurrieron una serie de asesinatos y actos contra comunidades campesinas organizadas, por parte de fuerzas combinadas del ejército, la Policía de Hacienda, Guardia Nacional y paramilitares de ORDEN. Este operativo motivó la ocupación de las embajadas de Suiza, Costa Rica, Francia y Venezuela en demanda del retiro del ejército y los cuerpos de seguridad. No existían en esa época los medios de comunicación de la actualidad, y sí férreos controles informativos, impuestos en unos casos y autoimpuestos en otros.

Lo ocurrido en San Pedro Perulapán trascendió a todo el país, luego que un grupo de jóvenes abogados recopilara información suficiente que fue dada a conocer en todos sus detalles. Los jóvenes eran miembros del Socorro Jurídico. Esa serie de datos sobre violaciones a derechos humanos cometidas por fuerzas del Estado y el movimiento de masas, pasaron a ser parte de las homilías del Arzobispo. Cada domingo, esa recopilación documentaba los problemas que agobiaban a El Salvador bajo el nombre de “los hechos de la semana”.

En ese segmento de la homilía la voz del Arzobispo se hacía sentir, de modo que se convirtió en fuente de información en cuanto pulso de la realidad de los derechos humanos en el país divulgada por la emisora YSAX y el semanario Orientación. Esa autoridad fue reconocida por la prensa internacional, que daba crédito pleno a las fuentes de Monseñor Romero, y así su voz fue escuchada en todo el mundo, pese al desprestigio y la información tendenciosa en su contra.

Uno de sus muchos biógrafos, Jon Sobrino, narra cómo Romero hasta el último momento de su vida denunció una sociedad dividida entre aquellos que tienen demasiada voz y los que no tienen ninguna. En sus mensajes planteó la convicción de que los medios de comunicación deben servir a la humanidad, y no ser parte de los que oprimen al pueblo; que cada ciudadano debía ser respetado y tener acceso a los medios. Abanderado de la libertad de expresión, su Voz sigue vigente… ahora como santo, mártir por odio a la fe.

Periodista