Algunos desafíos de los presidenciables

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10 October 2018

Sin acuerdos interpartidarios la gestión presidencial 2019 – 2024 se encaminará al descalabro. Un presidente sin la capacidad de tejer alianzas y formar coaliciones al interior del Legislativo fracasará en su intento de administrar el país. Sin respaldo político el titular del Ejecutivo no podrá cumplir su oferta electoral.

Por eso es tan relevante la integración de los congresos. Su fragmentación, cada vez más común en la mayoría de los países latinoamericanos, es una de las causas de la desafección política. Origina un desencanto con la democracia por parte de la gente. Los partidos, cuyo candidato a la presidencia perdió la elección, se dan a la tarea de obstaculizar cualquier iniciativa del aspirante ganador. Solo allá donde la cultura política está fuertemente arraigada en la sociedad, las agendas avanzan sin importar el origen de las iniciativas y la oposición ejerce un papel contralor sin excesos, priorizando el bien común.

Los candidatos deben tener en cuenta lo anterior. La aritmética es muy sencilla: si no se obtienen 43 votos las iniciativas de ley del Ejecutivo no pasarán; y sin el respaldo de 56 diputados no contarán con financiamiento para sus proyectos. Con la composición actual del Legislativo los partidos “pequeños” no alcanzan ninguna de las dos mayorías; necesitan de ARENA o del FMLN para la simple y del primero, más todos ellos, para la calificada. Una tercera vía fuera de los grandes partidos mayoritarios tendrá que convencer a sus adversarios políticos para encontrar gobernabilidad legislativa.

Sin esa habilidad, quien gobierne no podrá estabilizar la deuda pública; será imposible hacer frente al pago de los escalafones de los Ministerios de Salud y Educación y, en general, al desembolso de salarios de los empleados públicos; no serán aprobados los préstamos para la inversión en infraestructura estratégica; el pacto fiscal, traído y llevado quinquenio tras quinquenio, seguirá engavetado en los escritorios de los analistas; la inseguridad pública continuará carcomiendo el futuro de los jóvenes; y los empresarios no dispondrán de los incentivos necesarios para dinamizar la actividad económica y por tanto crecerá el desempleo y el empleo informal.

Tampoco le irá bien al gobernante que ignore las agendas de las diferentes organizaciones de la sociedad civil. Este es el tiempo de la rendición de cuentas. El mandatario de turno está obligado a atender las demandas ciudadanas. Si no tiende la mano a los proyectos que surjan de los grupos civiles cosechará un rechazo generalizado que tarde o temprano terminará desestabilizando su administración. Es más, como aspirantes a la presidencia tienen que prestar atención a sus peticiones. Es la hora de conocer las agendas que nacen de las gremiales, de los sindicados, de las asociaciones de profesionales, jóvenes, mujeres y de otros sectores, y comprometerse por escrito a concretarlas si resultan victoriosos en los próximos comicios.

Tampoco convendrá gobernar de espaldas a los organismos internacionales y a los países amigos. Hoy más que nunca la cooperación internacional está identificada con el desarrollo nacional, con mejorar la seguridad pública y con el combate a la corrupción. Toda desavenencia con los socios estratégicos de El Salvador podría afectar importantes planes en ejecución en los ámbitos social, económico e institucional. La política exterior, en pleno siglo XXI, representa un sólido pilar que no es posible descuidar y mucho menos aplicar en forma ideológica. Quien no entienda que la política ahora es global y que la defensa de la democracia cuenta con el decidido apoyo de los organismos hemisféricos habrá de padecer un aislamiento que afectará a la población.

Otro desafío, inequívocamente uno de los más significativos, es el respeto de las instituciones. La falta de alianzas en la Asamblea Legislativa en esta materia se ejemplifica en buena medida con el desarreglo que tienen los diputados en la designación de los nuevos magistrados de la Sala de lo Constitucional. La presión de los candidatos hacia sus respectivos grupos parlamentarios ha sido ineficaz. Ese vano interés podría interpretarse como complicidad o, en todo caso, como una carencia total de liderazgo sobre las cúpulas de los partidos que los están postulando. Una buena señal sería corregir este entuerto. Lo contrario pone en tela de duda su vocación democrática y evidencia su incapacidad para ejercer la Jefatura del Estado.

Doctor en derecho y politólogo