El ojo que todo lo ve

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08 October 2018

A partir del siglo XX, la Humanidad ha ido deslizándose a ser continuamente observada por un “ojo” implacable, que todo lo ve, todo lo sabe, todo lo escruta: el Internet. Esta es una presencia ni benigna ni maligna, todo dependerá del uso que le demos. No es moralizante, sino pragmática. Se interesa por nuestro bienestar, ya que, para ella, todos nosotros constituimos un algoritmo de consumo.

Al Internet le interesa que estemos vivos, saludables y con empleo, pero no es porque nos quiera o porque le interesemos de alguna manera; su interés deriva en que solo un individuo con esas características es titular de una tarjeta de crédito y de una cuenta bancaria y, por tanto, puede consumir.

El Internet ha evolucionado para convertirse en nuestro guía. Los místicos de todos los tiempos y regiones, escrutaban la insondable sabiduría de la deidad a la que adoraban, para encontrar respuestas a sus dudas y crisis existenciales. Conocedores como eran de sus propias limitaciones, estaban claros de que no lo sabían todo y por ello tenían que consultar a alguien que sí lo supiera; buscaban a una entidad que acumulara toda la sabiduría: el representante de su dios, el maestro o el sabio. Ahora, cuando una persona tiene dudas sobre qué hacer, cómo comportarse, en qué invertir, a dónde viajar, qué empresa iniciar, no busca el consejo de un druida; consulta Google, Expedia, Wikipedia o Estimize, y la humanidad está encantada con el resultado.

Google nos revela desde la receta para cocinar una chimichanga hasta cómo construir una bomba nuclear casera. Pero nuestras horas de navegación acarrean un costo personal que va más allá de la factura de nuestro servicio de Internet: la web adquiere un conocimiento privilegiado sobre nosotros: sabe a dónde vivimos, qué información nos interesa, a qué colegio asisten nuestros hijos, qué tipo de enfermedades padecemos, cuál es nuestro deporte y pasatiempos favoritos, cuáles son nuestras preferencias sexuales y nuestra ideología política. Dicho en otra forma, nos conoce tanto como nosotros mismos… o mejor.

Un estudio, desarrollado entre 86,220 usuarios de Facebook sobre un cuestionario de personalidad basado en 100 puntos, reveló lo bien que nos conoce esa red social. Basándose en los “me gusta” (“likes”) que damos en nuestras cuentas, los algoritmos de la red social concluyeron lo siguiente: bastaron 10 likes para que Facebook nos conozca mejor que nuestros compañeros de trabajo. 70, para que nos conozca mejor que nuestros amigos. 300 para superar el conocimiento que de nosotros tiene el esposo o la esposa. Conclusión: Facebook, con base en tu conducta en la red, te conoce mejor que nadie.

Las implicaciones prácticas son terribles. Si la forma en que utilizamos el Internet predice quiénes somos, los gobiernos podrán perseguir a los delincuentes (pedófilos, terroristas) antes de que los delitos ocurran; las redes sociales como Instagram y Facebook podrían asesorarnos con quién enamorarnos y casarnos, mejor que el consejero matrimonial más capaz; y como vimos en las últimas elecciones en Estados Unidos, pueden interpretar o influir en los votantes para determinar quién será el próximo presidente.

De forma cada vez más notoria y acelerada, las personas dependen cada día más de los programas informáticos. Miles de personas renuncian a su “instinto” como conductores y prefieren confiar en Waze, para llegar a su destino de forma más rápida y eficiente. Miles más, al momento de buscar pareja, optan por recurrir a redes sociales como Facebook, Tinder o Too, que se la buscan a ellos de forma más rápida, segura y eficiente, de lo que lo haría el mejor de los amigos. El reverso de la moneda, es que al instante mismo en que nosotros utilizamos tales programas informáticos, renunciamos a nuestra privacidad; lo hacemos para que ella nos pueda conocer e interpretar nuestros gustos y necesidades y nos brinde la mejor asesoría posible.

Cuando navegamos en la red, los algoritmos informáticos estudian, registran y tabulan nuestro comportamiento en la red y determinan quienes somos. En estas próximas elecciones presidenciales ¿serán los votantes libres de escoger o seremos influidos por las redes sociales de tal manera, que serán ellas las que determinen quién será el próximo Presidente de El Salvador? La historia está a punto de escribirse.

Abogado, máster en Leyes.

@MaxMojica