El desencanto de Trump por la Isla del Encanto

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17 September 2018

El huracán María devastó Puerto Rico hace casi un año, pero ciertas zonas de la pequeñísima isla caribeña le harían pensar a cualquier visitante que el desastre natural fue mucho más reciente. Imparable, la naturaleza en Puerto Rico (llamada la Isla del Encanto por su belleza) destrozó infraestructura vial, tendido eléctrico, casas y sembrados, pero no el tesón, optimismo, y fe de su gente. Tuve el privilegio de visitar la isla el fin de semana pasado y no dejó de impresionarme que las ganas de luchar y agradecimiento por la vida que tienen los puertorriqueños son palpables y se manifiestan en varios lugares. Se ven en una casa a medio caer con una pancarta que anuncia: “¡Gracias a Dios tenemos vida!”. Se ven en un grafiti en una puerta que cuelga de sus bisagras que grita, en furiosa tinta negra: “¡Puerto Rico se levanta!”. Se oyen en las palabras de un agricultor que cuenta la historia de cómo perdió todas sus cosechas, “pero no la vida, para poder sembrar otra vez”.

El huracán María no solo dejó una catástrofe humanitaria que seguirá teniendo efectos en el desarrollo y economía puertorriqueña por años; fue también el desastre más letal en la historia de Estados Unidos, cobrando más vidas que el ataque terrorista del 11 de septiembre de 2011. Sí, en la historia de Estados Unidos: muchos olvidan que Puerto Rico, en su condición única de “estado libre asociado” es efectivamente parte del territorio de los Estados Unidos —los puertorriqueños son tan estadounidenses como la gente de Texas, Nueva York o California. Sin embargo, la manera en que tanto los medios de comunicación como las autoridades gubernamentales ignoraron el sufrimiento de sus compatriotas con una pobre cobertura mediática de la catástrofe y una aún más pobre respuesta gubernamental, daría a cualquiera la impresión de que los puertorriqueños le son ajenos a Estados Unidos.

Según estudios independientes, casi 3,000 personas perdieron la vida como consecuencia del huracán. Hubo zonas a las que no llegó agua o comida por días, afectando a poblaciones enteras. Gente que dependía del acceso a infraestructura hospitalaria y medicinas sucumbió a las enfermedades que los aquejaban. Y, sin embargo, el presidente Trump, cuya fragilidad de ego motiva la mayoría de sus declaraciones públicas, rechazó la cifra de muertos (¡como si la evidencia empírica fuera opinable, o como si el dolor de las familias que enterraron o vieron desaparecer a los suyos fuera sujeto de debate!) alegando que era un invento de sus opositores políticos para dañar su imagen y que menos de una docena de personas había perdido la vida durante la tormenta. No hacía falta inventarse nada para dañar la imagen del gobierno federal en lo que a la respuesta humanitaria en Puerto Rico respecta, puesto que la ineficiencia, falta de recursos, y pésima ejecución terminaron siendo el principal motivador para que fueran diferentes organizaciones filantrópicas las que llenaran el vacío y enfocaran sus esfuerzos en la Isla, proveyendo los servicios más básicos a aquellos que se quedaron sin nada: desde asistencia médica hasta tiempos de comida.

La reacción de Trump la motivó el hecho de que, mientras informaba a la población de las acciones que el gobierno tomaría en preparación al huracán Florence que recién atacó la Costa Este, Trump no pudo evitar autodedicarse un piropo por lo que, según él, había sido un éxito de respuesta gubernamental al huracán en Puerto Rico. Inmediatamente, periodistas, expertos y políticos contextualizaron los comentarios ególatras recordando que tras la pérdida de casi 3,000 vidas humanas, difícilmente podría llamarse exitosa a la respuesta gubernamental. Claramente para Trump, el avance de su agenda política amerita ignorar la existencia de miles de ciudadanos americanos en Puerto Rico. Por suerte, y como decía la pancarta en esa casa a medio caer, “¡gracias a Dios!” ni la agenda de Trump podrá parar el espíritu luchador de los boricuas, y por eso, Puerto Rico se levantará.

Lic. en Derecho de ESEN con

maestría en Políticas Públicas de

Georgetown University.

@crislopezg