El caso de Carla Ayala y la necesidad de contar con funcionarios profesionales

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13 September 2018

Esta semana, la Fiscalía General de la República confirmó que los restos de la agente policial Carla Ayala, desaparecida de las instalaciones de una unidad élite de la Policía, fueron encontrados en una tumba clandestina ubicada en el municipio de San Francisco Javier, Usulután. Este hallazgo, sin duda, constituye un avance significativo en el esclarecimiento de los hechos. Algo digno de reconocer. La pregunta es: ¿A quién debemos de felicitar por el trabajo que permitió que la investigación llegara hasta este punto?

Esta interrogante es fácil de contestar. Basta con haber dado seguimiento al caso en los medios de comunicación para tener claro que cualquier felicitación tiene que ser dirigida al fiscal general Douglas Meléndez, a la jefe fiscal Guadalupe Echeverría y al equipo de fiscales bajo su mando. En cada etapa de la indagación demostraron profesionalismo, imparcialidad y compromiso. Además de evidenciar la pericia con la que realizan su trabajo, mostraron que son personas valientes, ya que no les tembló la mano para denunciar públicamente la falta de colaboración al interior de la Policía para resolver el caso. Señalaron, sin dudarlo, los intentos de encubrimiento.

Una de las pruebas más difíciles para cualquier institución encargada de investigar un hecho como la desaparición de la agente Ayala, es abstenerse de informar a los medios de comunicación sobre un logro como el hallazgo de los restos de la víctima. En un proceso investigativo tan escrutado, hay muchos que presionan porque se anuncien lo antes posible avances como este. Cuando se dan a conocer detalles de forma prematura, no obstante, se corre el riesgo de complicar el proceso investigativo, perder credibilidad si el hallazgo resulta falso y, peor aún, revictimizar a la familia de la víctima una y otra vez. La Fiscalía superó esta prueba. No cayó en la trampa. Imperó lo técnico sobre lo mediático. Esto es digno de reconocer. El fiscal y su equipo fueron prudentes y, antes de hacer público el importante avance en la investigación, esperaron confirmar científicamente la identidad de los restos encontrados y comunicar los resultados a los familiares de la agente Ayala. La Fiscalía demostró empatía, profesionalismo y temple.

La Policía, en cambio, se apresuró a anunciar el hallazgo. Las ganas de apropiarse del logro investigativo pudieron más que todo lo demás. El sufrimiento de los familiares de la agente Carla Ayala, su compañera, importó poco. La Policía se adelantó y proporcionó detalles sobre lo que se encontró en la escena antes de contar con el peritaje correspondiente. Actuó de forma irresponsable y mezquina.

Es importante aclarar que este desprecio al personal policial básico cuenta con el rechazo de la mayoría de los que con orgullo y compromiso usan el uniforme azul. Son pocos los que están dispuestos a traicionar a sus compañeros por satisfacer intereses propios. Algunos sugieren que la persona detrás de este desagravio no son policías. El periodista Jorge Beltrán, por ejemplo, señaló en su cuenta de Twitter que la persona responsable del torpe manejo mediático no es policía sino un excomandante guerrillero cuya opinión, probablemente por su cercanía con el partido oficial, tiene un gran peso dentro la institución policial. Mientras personajes partidarios, como el que señala Beltrán, ocupen puestos clave dentro de las instituciones públicas, y profesionales técnicos e idóneos sean ahuyentados del servicio público, los funcionarios seguirán cometiendo este tipo de atropellos, el dolor que sus actuaciones causen en la ciudadanía será irrelevante y el abordaje técnico y eficiente de los problemas será aborrecido. El desastroso manejo que le dio la Policía a este caso plantea la urgente necesidad que existe en El Salvador de tener funcionarios profesionales y, además, crear mecanismos que veden a emisarios partidarios de las instituciones públicas.

Criminólogo

@_carlos_ponce