Una visión sobre “el nuevo faro”

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11 September 2018

Antes de la proclamación de la fórmula presidencial del FMLN del pasado domingo, reportan los medios de comunicación, el coordinador general de ese partido “evidenció” que Venezuela ha dejado de ser “su faro de luz” (en el año 2006, uno de los tres principales dirigentes del FMLN le dijo a la publicación digital El Faro que Venezuela era “su modelo”); que los vientos soplan ahora hacia la China Popular; que la mirada del gobierno no está anclada en los Estados Unidos y que miran de reojo a la Unión Europea ante la posibilidad de un mayor deterioro en la relación con la única superpotencia existente (económica y militarmente). Acá el punto de vista de quien escribe ante tan compleja situación:

De Venezuela uno solo puede sentir compasión por la tragedia que sufren, que ha llevado a la declaración de estado de emergencia en Brasil, Colombia y Ecuador ante las decenas de miles de venezolanos que cruzan sus fronteras por el descalabro humano existente en la tierra de Bolívar. La tiranía florece cuando se suprime el poder del Judicial y del Legislativo —encargados en una democracia funcional de ejercer la función de pesos y contrapesos—, así como de la Fiscalía y demás instituciones clave. Geopolíticamente, en tal juego de ajedrez hay peones, caballos, alfiles, torres, reina y rey. Nicaragua es para Cuba un peón, Venezuela —mientras les provea petróleo— una reina y como tal es y debe ser protegida.

China Popular es, desde el punto de vista económico, una súper potencia. Si era conveniente para El Salvador tener relaciones diplomáticas con ellos, ¿por qué no lo hicieron hace nueve años (como lo hicieron con Cuba, que no es potencia), o cuatro? ¿Por qué hacerlo cuando les quedan meses del período, al inicio de campaña y estando Estados Unidos y China inmersos en creciente conflicto comercial? “China seduce a golpe de talonario a las élites de América Latina”, titula El País a un artículo cuya tesis es que China ejerce una política novedosa destinada a ganar influencia y afianzar su presencia en la región. Para ello, se afirma, “Pekín está vinculándose activamente con el mundo académico, los medios de comunicación, el mundo de la cultura y la clase política en buena parte de los países del continente”.

Según el investigador Juan Pablo Cardenal, autor del artículo, Pekín pretende corregir las percepciones negativas que se derivan del meteórico ascenso global de China y contrarrestar lo que los mandamases chinos consideran discurso de valores hegemónico impulsado por la prensa occidental con el fin de proyectar una imagen negativa de China. Le resulta paradójico al autor que en este Hemisferio estrechen vínculos con medios de comunicación y se sofistiquen para dar a conocer “la cultura china” cuando no hay libertad de expresión ni prensa libre en la China Popular. ¿Las exitosas reformas de economía de mercado realizadas en el gigante asiático fueron acto de conciencia para llevar bienestar a todos sus ciudadanos, o pragmatismo puro con el fin de mantener y preservar el poder?

Surgen las anteriores preguntas a la luz de los acontecimientos (advertencias de la embajadora Manes, declaraciones de congresistas estadounidenses, pronunciamiento de la Casa Blanca, análisis de los “think tanks”, artículos periodísticos) y por la forma en que fue hecha la ruptura con Taiwán y la apertura con la China Popular. Discúlpenme, pero no se alcanza a ver desde la llanura la ventaja que ha tenido El Salvador si sigue siendo Estados Unidos la única súper potencia en el mundo (económica y militar); estamos de su territorio a dos horas y medio en avión; es nuestro principal socio comercial y vive y trabaja en esa nación casi una tercera parte de nuestra población. Las remesas que envían han sido, desde hace tres décadas, el combustible para nuestra economía.

Comprendo las ventajas de explorar China para hacer negocios con chinos. Debes hacerlo o casi que cualquiera que sea el área empresarial en que te desenvuelvas, puedes condenarte a quedar fuera de mercado. Mi reticencia no va por esa vía pero sí a las “inversiones” de Estado-empresa de un sistema político cerrado que en vez de fomentar las libertades tiende a asfixiarlas. Y que por los vientos que soplan, busca la expansión de su influencia vis a vis nuestro principal socio comercial, los Estados Unidos de América. ¿Qué gana nuestro país en esto?

Abogado y periodista