¿Orgullosos de podernos llamar hijos suyos?

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07 September 2018

Llegados a septiembre, Mes de la Patria, pregunto: ¿somos un país de patriotas? No conozco la respuesta, pero convendrán conmigo en que los ejemplos de patriotismo no abundan entre nosotros. Perdón que lo diga, pero tampoco parece muy genuino el orgullo por ser salvadoreños. Lo somos a ratos: en este mes, en el extranjero si algo extrañamos, cuando juega la Selecta o cuando tomamos una cerveza de más, la que no nos debimos haber tomado. Ahí sí somos guanacos y, a fuer de ser sinceros, las costumbres que exhibimos como muestra de salvadoreñidad no siempre son las mejores (ustedes saben: irrespetar normas de tránsito, saltarse filas y trámites, botar basura, irnos a los puños...) Los historiadores serios son escasos entre nosotros. Apenas sabemos nuestra propia y vera historia. Si hemos de concluir por lo que cotidianamente observamos, los funcionarios públicos que trabajan convencidos que sirven a la patria son escasos.

La Patria no es un escudo, no es una bandera, ni un himno. No es un pájaro, un árbol, una flor. Esos son símbolos. Como símbolos son las palabras, las incógnitas de una ecuación o los de los elementos químicos agrupados en la tabla periódica. Un símbolo tiene fuerza cuando representa, cuando significa algo. Y solo si la persona tiene una experiencia personal a la que asociar el símbolo hay significado. Sin esa relación, los símbolos son signos vacíos que carecen de fuerza, de valor. Expresan nada. No emocionan. Los símbolos emocionan, justamente, por lo que significan para quien los entiende. ¿Qué Patria querida puede ser aquella que me expulsa, que me ahoga, que me limita y no me deja caminar tranquilamente por sus soberbios volcanes y apacibles lagos bajo sus cielos de púrpura y oro?

Habrá entonces que construir la Patria, darle el significado justo. ¿Cuál podría ser ese? ¿Qué significado, suficientemente poderoso para involucrarnos a todos, puede inclinarnos hacia un sensato y genuino patriotismo? ¿Qué tal si caemos en la cuenta que la patria somos nosotros, todos nosotros? Sí, la Patria la formamos todos los salvadoreños, los de aquí y los que viven fuera; la formamos usted, yo, ese y aquel. Sin distingos de escalas, ni de partidos, ni de colores. Esa patria, a la que los funcionarios juran servir, somos todos. A nosotros nos representa el azul y blanco, las notas del himno, el maquilishuat, el torogoz y la flor de izote que nos comemos. Nosotros haremos vibrar los motores, chisporrotear los yunques, hacer que surjan las bellezas del arte. O no. Ese es el reto mayor para el patriota: hacer mejor la tierra que ama, trabajar para que esa nación, donde todos vivimos, sea cada día mejor. JFK lo sintetizó en una frase: “No preguntes qué puede hacer tu patria por ti; pregunta qué puedes tú hacer por tu patria”. Ese es el patriotismo que necesitamos, sobre todo ahora que se avecinan las elecciones.

Hace años presencié una escena que me acercó a lo que Patria debería significar. El cuerpo inerte de quien fuera convencido y probo funcionario público yace en la vetusta camilla que lo llevará a la preparación funeraria final. El hijo, funcionario público también él, lo acompaña. En silencio. Lejos de todos. El pasillo, al fondo del cual ellos se encuentran, es largo, mal iluminado apenas por bombillos de luz amarilla, tan triste que iluminan solo porque es de noche cerrada. Los ruidos del exterior han cesado. Desde donde estoy advierto que el hombre murmura algo, pero sus palabras me son inaudibles. La escena, aún desde lejos, impacta. Dos minutos acaso quedé en aquella contemplación, que fue lo que duró la escena. Al final de su monólogo, el hijo tomó un pin, un simple pin de los que los hombres usamos a veces en la solapa del saco. Era un pin formado por una bandera de El Salvador finamente enrollada. Algo dijo el hijo mientras lo colocaba en el saco que su padre vestiría al final de su vida. Nada pudo responder el padre, quien seguramente sentiría orgullo y agradecimiento ante ese gesto. Ni falta que hacía. Era el reconocimiento a una íntegra vida de servicio que hacía otro que también, desde donde estaba, servía bien a su patria. Ellos sí, orgullosos de hijos suyos poderse llamar. Ejemplos a tomar.

Sicólogo