La República Popular China

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23 August 2018

El presidente Sánchez Cerén finalizó de un portazo décadas de cooperación con Taiwán. Lo hizo sin reparos, inconsultamente, sin contar con estudios técnicos ni el respaldo de la empresa privada. Su partido, en pleno regocijo por la resolución del gobernante, recordó los “históricos lazos” que lo unen al partido comunista chino. Esta circunstancia distingue el caso salvadoreño del de otros países que tienen nexos con la República Popular China. Permite especular sobre la posible injerencia en asuntos internos, financiamiento de campañas políticas, desarrollo de estrategias militares y negociaciones opacas para beneficio mutuo.

Ahora cobra sentido el interés de la actual administración respecto de las Zonas Económicas Especiales (ZEE). Podrían representar la “pista de aterrizaje” de las presuntas inversiones chinas como intentaron hacerlo en Costa Rica, donde la aplicación de este mecanismo ha enfrentado serias dificultades.

Cuando el expresidente Óscar Arias anunció en 2007 el rompimiento de relaciones entre Costa Rica y Taiwán y el reconocimiento diplomático de la República Popular China, advirtió que su decisión no obedecía a ideologías o geopolítica. Se trató, dijo el exmandatario, de un “acto de realismo elemental” y de “un despertar a un contexto global de considerar a China como una de las economías más fuertes e importantes del mundo”. Nada de ataduras con credos y doctrinas partidarias. Ese enfoque, serio y sin maridajes socialistas, concedió un aterrizaje suave al anuncio del Nobel de la Paz. El expresidente Arias preparó el camino, habló con el sector privado y su discurso discurrió por las avenidas del desarrollo, de la globalización y de las tendencias mundiales del comercio.

En mayo de 2017, en ocasión del décimo aniversario de aquel suceso, el periódico La Nación señaló que “las relaciones económicas con China estaban empantanadas”. A reglón seguido el reportaje sentenció que “las expectativas exportadoras a China poco han funcionado, las ZEE son un tema casi olvidado, las inversiones son muy inestables y el turismo crece pero a un ritmo insuficiente para alcanzar los pronósticos”.

La inversión china en Costa Rica, en esa primera década, fue muy variable. “Hubo un año pico de $9.8 millones en 2014, pero a 2015 cayó a $2 millones, según la página web del Ministerio de Comercio Exterior (Comex)”. El país se propuso también aumentar la llegada de turistas; sin embargo, a 2016, pese al crecimiento sostenido, “solo se llegó a 12,799 visitantes chinos, de acuerdo con las cifras del Instituto Costarricense de Turismo (ICT). De Estados Unidos, el mejor origen, llegaron ese año 1.23 millones de visitantes”.

A los magros resultados económicos deben agregarse por lo menos dos escándalos. En 2008 la Sala Constitucional costarricense, conocida popularmente como Sala IV, ordenó al Gobierno dar los detalles de una “negociación secreta” para vender a China $300 millones en bonos, al 2 % y a 12 años. Por otra parte, en 2010 se creó la Sociedad Reconstructora Chino–Costarricense (SORESCO) con participación de la Refinadora Costarricense de Petróleo (Recope) y la Corporación Petrolera Nacional de China (CNPC); ambas entidades convinieron aportar $50 millones cada una. El objetivo era modernizar y ampliar la refinería de Moín, en la provincia costera de Limón. El plan no prosperó, fue objeto de cuestionamientos e irregularidades y la Recope pidió devolver la empresa.

No obstante el panorama desolador los empresarios ticos admitieron que algunos sectores tenían un repunte. El valor de las ventas de la industria, sin Intel, pasó de $38 millones a $89 millones, entre 2006 y 2016, según la Cámara de Industrias. El sector ganadero de carne fue otro que aprovechó las oportunidades y en 2016 China fue su segundo mercado, detrás de Estados Unidos, por el valor de las exportaciones. Asimismo Costa Rica recibió donaciones. Un estadio en 2011 valorado en $100 millones y otro aporte no reembolsable de $24 millones en 2015.

La llegada de inversión china tomará tiempo. El Salvador debe ajustar las condiciones de competitividad para atraer empresas. Una cosa es la China comunista que veda la libertad y el respeto de los derechos humanos, y otra la forma en la que manejan sus inversiones al estilo capitalista. Eso sí, lo que fluirá con mayor velocidad y prontitud serán los regalos, el clientelismo y el dinero para la campaña electoral.

Doctor en Derecho

y politólogo