Cloacas, ambiciones y circos

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15 August 2018

La cloaca que se abrió la semana pasada, a partir de la confesión del expresidente Saca en sede judicial, es de una pestilencia desbordante e incomprensible, a tal punto que las narices de la Nación han quedado anegadas. La indignación ciudadana alcanza proporciones geométricas y el descrédito de los partidos políticos amenaza con romper todos los récords históricos.

Tony Saca, no lo olvidemos, llegó al poder con un apoyo electoral muy grande. En un momento dado, abusando de la ignorancia de la gente, algunos “analistas” quisieron equiparar su popularidad con la de otros líderes del pasado que llenaban estadios y eran aplaudidos en las plazas públicas. Saca, por cierto, jamás estuvo cerca de eso; pero a sus amanuenses les era útil hacer semejantes comparaciones con el objetivo de crearle un aura de invencibilidad casi sobrenatural.

Gracias al trabajo orquestado de publicistas, columnistas a sueldo y periodistas con cachiporras, Tony parecía destinado a ser el primer mandatario salvadoreño reelecto en el cargo. Y su posible reenganche a través de ese engendro político llamado “Unidad” hizo que muchos pusieran sus barbas en remojo. Pocos nos atrevimos a afirmar que la aventura electoral del expresidente iba a un estrepitoso fracaso.

Pero así fue. Reciclando mensajes, eludiendo precisiones ideológicas y aupado por personajes francamente impresentables —varios de los cuales, dicho sea de paso, ahora están respaldando a ese nuevo “tercerista” que se llama Nayib Bukele— la promesa de Saca de convertirse en el gran renovador de la política nacional se volvió intragable para los votantes. El resultado fue que no solo perdió en las elecciones de 2014, sino que su otrora envidiable carrera política llegó a un fin abrupto y penoso.

La ambición suele producir estos desastres. Y la ambición de poder, mezclada con corrupción desmesurada, produce las historias vergonzosas que hoy ocupan los principales titulares. Es probable que Tony no ingresara a la política con este propósito. O tal vez sí. Lo cierto es que su escandaloso ejemplo arroja lecciones valiosas a la sociedad entera.

Es verdad que ARENA no tiene por qué sacar la terminación que quisieran sus adversarios, pero tampoco puede el partido de derecha desligarse simplemente trayendo a cuento que hace tiempo expulsó al corrupto. Los areneros que le permitieron acumular tanto poder a Saca deben admitir que se equivocaron, y acto seguido deben comprometerse a poner los candados que eviten poderes omnímodos en el futuro.

Los candidatos de ARENA y FMLN tienen la obligación de aprovechar la coyuntura para promover iniciativas que cierren los portillos a la discrecionalidad que todavía campea en los diversos órganos del Estado, sobre todo en el ejecutivo y el legislativo. Una reforma integral al marco jurídico de la Corte de Cuentas, por ejemplo, es lo mínimo que ya deberían los equipos de campaña estar presentando a Carlos Calleja y Hugo Martínez, si es que en serio quieren mostrarse activos en esta lucha desigual contra la corrupción.

He dejado fuera al candidato presidencial de GANA intencionalmente. El señor Bukele es demasiado parecido a Tony Saca como para incluirlo en una cruzada legítima contra la podredumbre que vemos en la política salvadoreña. Él, simple y llanamente, es más de lo mismo, o incluso peor. Del poco poder que este muchacho ha tenido en sus manos, ni las obras confirman su competencia ni los hechos testimonian su probidad. Quienes le rodean, para colmo, son la “escatología” de la partidocracia nacional: lo más vil, lo más nefasto, lo más vulgar, lo más abyecto; todo lo que no deseamos ver en nuestro ya descompuesto escenario político.

Y como sé que este artículo me pondrá en la mira de los troles que elevan vítores al susodicho y propagan falsedades contra sus críticos, me permito hacerle al señor Bukele una amistosa prevención. Este servidor jamás perderá su tiempo hablando con los payasos: yo voy a exigir un debate ¡con el mero dueño del circo! Advertido queda.

Escritor