Macron visto desde cerca

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08 August 2018

Cuando niño, el moderno Casanova Alfie visitó un museo con sus compañeros de clase. En una de las salas más ceremoniosas del lugar, se encontró con la estatua de Afrodita, la diosa de la belleza y el amor en la mitología griega. Tal escenario cautivó completamente su atención y el chico no dejó de admirarla con asombro, fascinación y quizá un poco de deseo. Era hermosa, se dijo a sí mismo, mientras estaba a metros de ella. Su atención la daba completa a tan magnífica escultura.

Tímida y lentamente, decidió acercarse a ella y magnificar su experiencia. Sin embargo, algo cambió al verla de cerca. Cuando se aproximó, el escenario fue completamente diferente y él se llevó una profunda decepción. Lo que a lo lejos le había provocado fascinación y sentimientos que ni él sabía explicar, ahora le producía una terrible confusión. ¿Cómo algo que lucía tan bello era, segundos después y tras una inspección más cuidadosa, tan lleno de defectos?

Alfie, que en ese momento era solo un estudiante de secundaria, se aproximó a la Afrodita solo para descubrir que en su aparente perfección escondía un sinfín de grietas y relieves inesperados, algo que lo asustó profundamente. La otrora diosa de mármol se convirtió en un espectáculo de errores que en su corta edad no supo perdonar o acaso entender.

Esa tarde, en el museo, él se llevó quizá su primera gran decepción. Una decepción propia de quien endiosó a alguien y le atribuyó características sobrehumanas, solo para darse cuenta tiempo después que esta persona es igual de falible que el resto.

De cara a las elecciones presidenciales francesas de 2017, gran parte del mundo sintió lo mismo que Alfie en el museo. La imagen de Emmanuel Macron, una propuesta diferente al resto, joven, bien parecido, amable y con una curiosa historia de amor se convirtió en el parámetro de lo deseable en la política. Sin las ataduras de los partidos tradicionales, su movimiento ¡En Marcha! despertó esperanza no solo en su país, sino en muchos rincones del mundo, que vieron en él un atisbo de esperanza en un mundo que a veces parece capturado por los actores tradicionales y sus intereses mezquinos. Asimismo, su victoria se vio como un fenómeno refrescante y hasta un salvavidas, puesto que dejó en el camino a la peligrosa ultraderecha, comandada por Marine LePen.

Desde ahí, Macron ha sido un favorito de las cámaras. Ya sea por sus eufóricas celebraciones cuando Francia anotaba en el Mundial de fútbol, por las simpáticas peripecias de su perro Nemo o por su forma de desafiar los grotescos modismos de Donald Trump, el mandatario francés se ha ganado la simpatía del mundo entero.

Pero una inspección más cuidadosa del joven presidente nos muestra una imagen un tanto incómoda y es que, a su propia manera, Macron se está convirtiendo poco a poco en un líder que ve en sí mismo —y no en el entramado institucional— la principal salida a algunos problemas de su país.

En su reciente pieza en el New Yorker, la periodista Alexandra Schwartz narra algunos de estos episodios y nos advierte que hay algo más allá de la sonriente fotografía. Da cuenta, por ejemplo, de la creciente arrogancia del presidente francés, que se dirige con una racionalidad condescendiente a quienes adversan sus planes. Habla también de sus grandilocuentes alocuciones en el Palacio de Versalles, ahora una tradición anual, cuando en el pasado han sido reservadas para momentos especiales. También advierte de su postura ante la prensa, a la que ha criticado por “abandonar su misión de buscar la verdad” cuando surge algún escándalo en su contra. Y no podemos olvidar el absurdo juego de niños que protagonizaron con Donald Trump para demostrar quién era más poderoso.

Siendo francos, el caso de Macron es mínimo comparado a los verdaderos tiranos vanidosos de esta época, pero de ellos se espera poco. En el mandatario francés tenemos a alguien que se desmarcaba del político tradicional y sutilmente está mostrando características parecidas. Esto es muchísimo más peligroso, pues una afrodita que enamora empieza a verse con menos filtros.

Traigo este caso a colación porque en El Salvador también hay una figura que desde lejos se dibuja como la antítesis de la política tradicional, pero de cerca, amigos, muestra grietas y actitudes que dan mucho miedo. Mucho miedo.

Analista político

@docAvelar