Proteccionismo al estilo Trump

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31 July 2018

¿Estamos en una guerra comercial? No, no lo estamos. Sí, sí lo estamos, pero no será tan malo. Estas son algunas de las conclusiones que se han estado escuchando en las últimas semanas debido a que el presidente Trump ordenó imponer aranceles a socios comerciales y amenazó con subirlos y poner aún más.

¿Quién tiene la razón? Esa es una pregunta incorrecta, debido a que una guerra comercial no es un interruptor de luz que se enciende y apaga. Es más como una gran sala con cientos de luces regulables y con combinaciones infinitas. Al simplificar situaciones complejas, a menudo perdemos la comprensión plena de ellas.

Al leer muchas investigaciones económicas vemos que existen opiniones de que los temores a una guerra comercial obedecen en gran parte a la volatilidad del mercado en este año y que podría empeorar. Se estima que una guerra comercial significativa en la economía estadounidense actual, reduciría el producto interno bruto en aproximadamente un 2 % en tres años.

Otras investigaciones observan los datos del comercio mundial y advierten una desaceleración significativa coincidente con la intensificación de la retórica de Trump desde marzo del presente año. El análisis señala que el volumen del comercio mundial cayó abruptamente en marzo. El Índice Global de Compras registró su mayor caída de tres meses, desde 2012. Las evaluaciones de Credit Manager colapsaron absolutamente en abril; y luego, se revirtieron en mayo a medida que la retórica comercial cedía un poco.

Los informes del Credit Manager son particularmente importantes. Reflejan las estimaciones de amortización en tiempo real de las empresas que vigilan de cerca sus flujos de caja.

A fines de mayo, Trump anunció que impondría aranceles para acero y aluminio a Canadá, México y la Unión Europea, todos los cuales dijeron tomarían represalias. Eso, más la furia subsecuente en la cumbre del G-7 y las acciones contra China, significa que los indicadores deberían darnos una mirada sólida sobre la forma en que las empresas están reaccionando a los aranceles y otros cambios comerciales.

Los indicadores sugieren que se está entrando a un conflicto comercial significativo; lo que no sabemos, es cuánto problema pueda causar. Hasta ahora, el impacto real es mucho menor de lo que sugiere la retórica furibunda comercial. Se estima que los aranceles de Estados Unidos no harán que China cambie sus políticas de propiedad industrial e intelectual, ni que la administración de Trump dé marcha atrás. Eso significa que la escalada gradual es casi segura. La economía de Estados Unidos ocultará los impactos arancelarios, haciendo que el proteccionismo de Trump parezca estar funcionando, o al menos que sea inofensivo.

Dependiendo de cómo se desarrollen, los temores comerciales de guerra podrían aliviarse o intensificarse en los próximos meses. Pero incluso si el presidente comienza a sonar conciliador, la tensión probablemente no desaparecerá. Los mercados han aprendido que Trump es impredecible y cambia de opinión sin aviso. Y no importa lo que haga, los últimos 50 años de globalización seguirán perdiendo impulso y, finalmente, se revertirán. La tecnología actual ya no lo admite. Esa mega tendencia económica precedió a este presidente y continuará después de que se haya ido.

En otras palabras, la tendencia general es alejarse del libre comercio y aumentar el proteccionismo, estimulando la producción local. Sin embargo, ese camino incierto es importante para su estrategia de inversión.

Se suponía que el recorte de impuestos estimularía el crecimiento económico, crearía nuevos empleos. Muchos dudan que se logre, pero incluso si lo hace, una guerra comercial hará lo contrario, dejando a la economía de Estados Unidos justo donde está, impulsada por deuda y por crecimiento lento.

Exministro de Economía

resmahan@hotmail.com