Dejemos atrás a los loros

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25 July 2018

El disenso de opiniones es un tema medular al que le debemos prestar mucha atención. Los salvadoreños nos hemos acostumbrado a lidiar pésimamente con las personas que piensan de forma diferente. Este mal hábito es la raíz de muchos de los problemas que afectan a nuestra sociedad. Si logramos deshacernos de él, será mucho más fácil rescatar el país. Es sorprendente la facilidad con la que ciertas personas, al escuchar ideas diferentes o provocadoras, mecánicamente se aferran y repiten consignas que han memorizado sin entenderlas a plenitud, así como los loros remedan frases que escuchan. A diferencia de otros países, las posturas encontradas parecen tener el poder sobrenatural de desarrollar en las personas la habilidad para proferir insultos y descalificaciones. La discusión fría, respetuosa y honesta de ideas y argumentos, en cambio, son gemas preciosas, tesoros difíciles de encontrar en El Salvador.

El espacio para las opiniones opuestas no han sido rasgos permanentes de la cultura salvadoreña. Esta deficiencia está vinculada íntimamente con el contexto político del país. El pensamiento crítico no tiene cabida en ese mundo si se usa para cuestionar ideas y posiciones propias. Los malos políticos prefieren votantes dóciles, fáciles de convencer y poco dispuestos a refutar. Parte importante de su trabajo, por lo tanto, es adoctrinar a sus bases. Arman guiones, justificaciones e incluso mentiras para convencer y, en muchos casos, hipnotizar a sus seguidores. El objetivo es cimentar una perspectiva sobre temas sensibles en la que cualquier posición que se desvíe de la inculcada genere automáticamente la descalificación de su interlocutor. Los buenos políticos, por otro lado, están abiertos a la discusión de ideas, al debate. Las naciones más exitosas del mundo reconocen y motivan la diversidad de posturas. La aprovechan.

Lastimosamente, hay pocos de esos políticos en el país. Abundan, no obstante, los que favorecen la formación de seguidores y electores incapaces de cuestionar, fieles a cada uno de sus argumentos y decididos a defenderlos a toda costa, sin dejar espacio para la reflexión o el debate. Existen políticos aún más perversos que forman, mantienen y dirigen ejércitos de matones, dispuestos a ser desplegados donde sea y hacer lo que se les ordene para difundir y defender consignas vinculadas a intereses partidarios.

La Brigada El Limón, cuna de Mario Belloso, quien asesinó a sangre fría a varios policías con un fusil automático bajo la cobertura de una manifestación frente a la Universidad Nacional, es un ejemplo claro de este tipo de manipulación política. Insisto, no debemos olvidar nunca el caso de Belloso, ya que es prueba fehaciente de la existencia de la peor clase de políticos en nuestro país. Es necesario tener claro que hay personas en ese mundo que les encanta instrumentalizar a las universidades y a los universitarios para amplificar y diseminar las consignas vinculadas a sus intereses políticos y electorales. El grupo de presuntos universitarios, que de forma violenta, agresiva y burda irrumpieron en un foro de discusión organizado por el Movimiento Libertad la semana pasada, dejó claro que esta clase de político sigue pujante en nuestro país.

El mal abordaje del disenso es un problema identificable en todo el espectro político. Por eso resulta tan esperanzador la incursión de Carmen Aída Lazo en la política. Desde adentro puede transformar la discusión de temas críticos, abriendo el espacio para el contraste técnico, objetivo y civilizado de posturas disonantes. Es un reto monumental. Tendrá que enfrentarse a malos políticos de la talla de los que crearon a Mario Belloso y que tienen a su servicio grupos como la Brigada El Limón. Es por ello que la ciudadanía honrada debe apoyar y presionar para que Carmen Aída Lazo tenga ese efecto transformador. Sin duda, todos saldremos beneficiados si este cambio se llega a concretar.

Criminólogo

@_carlos_ponce