La histórica visita de Obama a Hiroshima

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21 July 2018

La violencia no tiene justificación alguna, especialmente en estos tiempos en que la vida humana no tiene valor. Por eso, el compromiso con la historia y la lección para la posteridad que dejó Barack Obama al visitar la adolorida Hiroshima se me hace necesaria recordar en momentos como este. Porque una vida humana es invaluable e irreparable.

El 27 de mayo de 2016, a unos metros de la llama que arde permanente en el corazón del Monumento a la Paz, en Hiroshima, Obama, el entonces presidente de los Estados Unidos de América extendió su mano sobre el hombro de un hibakusha (sobreviviente) de la bomba atómica lanzada en la ciudad, en 1945. Luego, en un momento de indescriptible compasión, haló suavemente a su pecho a Mori Shigeaki, de 79 años, y como si juntaran todo el dolor de aquel terrible momento de la historia, se abrazaron.

Mori había sido invitado para asistir al acontecimiento, en el ambiente estaba la expectación de que el presidente pudiera saludarlo. Nadie había anticipado que tenía una silla asignada en primera fila a petición del mismo Obama. No faltó quien derramara lágrimas al presenciar ese momento.

Sobreviviente e historiador, Mori recibió los agradecimientos por haber colaborado a identificar los nombres de las víctimas estadounidenses de la “Bomba A” e incluir sus nombres en la lista de los hibakusha.

En la mañana del 6 de agosto de 1945 fue lanzada la bomba llamada “Little Boy”, que estalló a 600 metros sobre Hiroshima causando destrucción y muerte a millares de civiles.

“Hace 71 años, en una soleada mañana, la muerte bajó del cielo y el mundo cambió. Un potente rayo de luz y una pared de fuego destruyeron la ciudad, demostrando la capacidad del ser humano de destruirse. La Guerra Mundial alcanzó su brutal final en Hiroshima y Nagasaki”, dijo Barack Obama, en aquel encuentro de 2016.

El mandatario también se refirió a una revolución moral para lograr la desaparición de las armas nucleares: “El desarrollo tecnológico sin su equivalente progreso en las instituciones humanas puede llegar a destruirnos. La revolución científica por la que obtuvimos la partición del átomo exige una revolución moral también. Por eso hemos venido a este lugar. El recuerdo de Hiroshima no debe desvanecerse”.

Shinzo Abe, primer ministro de Japón en aquel momento, le expresó sus condolencias al presidente de los Estados Unidos por los estadounidenses que murieron en la guerra, le agradeció su esperada visita por los últimos 71 años y le externó respeto por su decisión y coraje.

La visita fue un tributo a las víctimas de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. Pese a que no incluyó una disculpa en su alocución, sí lo hizo con su acción al depositar una corona de flores blanca, pero sobre todo con su emotivo encuentro y abrazo con Mori Shigeaki.

Desde luego no faltaron las críticas a su visita de quienes justifican las bombas, porque ayudaron a terminar la guerra y salvaron vidas. Pero la muerte de 140,000 civiles, en Hiroshima y 74,000, en Nagasaki, fue, es y será injustificable. La calidad y altura del mensaje de Obama trascendió cualquier criticismo y permanece vigente.

Gracias, Señor Obama, por su mensaje y lección para la posteridad.