De ética, costumbre en política y magistrados

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21 July 2018

La gran preocupación que ha generado la elección de los magistrados de la Corte Suprema de Justicia, envuelta en rumores y clamores de corrupción que presagian una constante matemática en la ecuación cuscatleca de deterioro progresivo e inevitable de nuestra democracia, me recordó la distinción que Max Weber hizo un día entre los políticos que viven para la política y los que viven de la política.

Esta distinción es importante porque descorre la cortina y nos permite reparar en que no queremos magistrados cuyas acciones políticas dejen de estar encaminadas hacia el bienestar de las mayorías y se rebajen al nivel de un valor instrumental al servicio del propio político. Esto es lo propio del político que vive de la política y es el perfil que NO demanda la administración de la justicia constitucional.

Mujeres y hombres son seres libres, con capacidad de autodeterminación, es decir, capaces de obrar luego de una libre elección. Esta elección se lleva a cabo como resultado de un conocimiento que define el carácter de una conducta, ya que está vinculado con ideas respecto de valores que aprueban o desaprueban un determinado acto.

Precisamente del término griego “ethikos” proviene la palabra “Ética”, que significa “carácter”.

Una sentencia ética es una declaración que elabora afirmaciones y define el carácter de bueno, malo, obligatorio, permitido, etc. en lo referente a una acción o a una decisión.

Es necesario distinguir “Ética” de “Moral”.

Ética son los valores y principios que tienen por objeto salvaguardar, proteger, preservar y fortalecer los derechos humanos de las personas.

Moral son las normas que concuerdan con la costumbre de una persona o grupo social en un momento y lugar específicos y que tienen por objeto preservar la existencia del grupo social.

Lo que debemos buscar en nuestros funcionarios públicos, en este caso, en los magistrados, es ética, es decir, que dicten sentencias y jurisprudencia a partir del respeto y garantía de los derechos humanos de las personas. No debemos buscar la moral, porque ésta nace de las costumbres, y si la costumbre en la política salvadoreña ha sido el desligarse del bien común, en concentrarse en sus propios intereses, donde las mayorías aplauden al más vivo y al “que aprovecha”, la moral no nos sirve. Nos sirve la ética.

La ética es mucho más amplia, general y universal de lo que es la moral. La ética tiene que ver con principios más incluyentes, mientras que la moral se refiere más a determinados campos de la conducta humana. Cuando la ética desciende de su generalidad, de su universalidad, se habla de una moral, ejemplo, moral sexual, moral comercial o moral religiosa.

Cuando se tienen que elegir funcionarios públicos, en este caso magistrados del más alto estrato jurídico de un país, se necesitan personas con sensibilidad ética excepcional y no personas ordinarias, comunes y corrientes, pues tienen que ser capaces de no sucumbir frente a la tentación extraordinaria que surge de las inmensas posibilidades del poder y de la riqueza.

Por lo tanto, un funcionario tendrá una conducta ética siempre que encamine su vida conforme al respeto de los derechos humanos y las normas jurídicas vigentes y cuyos valores, que por naturaleza indican que es lo bueno, no queden solo en el campo de la abstracción o el conocimiento, sino que los concrete mediante su observancia en la práctica. Esto es lo que esperamos ver en nuestros nuevos magistrados de la Corte Suprema de Justicia.

Médica, nutrióloga

y abogada