Las experiencias de las mujeres salvadoreñas como víctimas del delito

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18 July 2018

Los periódicos y noticieros han dedicado buena parte de su cobertura reciente a casos que involucran víctimas del sexo femenino. La naturaleza de los hechos descritos en las notas periodísticas ha motivado una provocativa discusión sobre la elevada vulnerabilidad a la que están expuestas las mujeres salvadoreñas. Este es un tema sumamente interesante que no había logrado atraer la atención que merece de generadores de opinión, funcionarios públicos, investigadores y otros actores importantes de la sociedad. La actual coyuntura, no obstante, parece haber revertido esto. Las experiencias de las mujeres con el delito y el sistema de justicia penal son marcadamente diferentes a las de los hombres. Reconocer estas diferencias es importante, ya que permite tomar enfoques investigativos que pueden llevar a tener una mejor comprensión de la criminalidad y su tratamiento. Hay una rama específica de la criminología dedicada exclusivamente a identificar y estudiar estas diferencias que ha generado mucho conocimiento alrededor del tema.

Hace algunos años, formé parte de un equipo de investigación en Fusades encargado de realizar un estudio sobre la delincuencia en el sistema de transporte público de El Salvador. Los hallazgos que obtuvimos ilustran claramente las diferencias relacionadas al género de los usuarios en términos de victimización. Las mujeres, por ejemplo, hablaron con mucha más frecuencia sobre agresiones de naturaleza sexual. El acoso y los tocamientos no faltaron en sus relatos. También describieron casos mucho más graves, desde masturbación pública hasta violación. Los hombres que participaron en el estudio, entrevistados aparte, explicaron que el caos del sistema de transporte expone a las mujeres a este tipo de victimización. Los usuarios de ambos sexos coincidieron en que las mujeres son, además, las víctimas preferidas de los ladrones que acechan a los usuarios del transporte público. Citaron varias razones, entre ellas la percepción de que las mujeres pueden ser controladas físicamente con mayor facilidad y portan objetos de mayor valor como joyas y otros objetos en sus carteras.

Los casos que han atraído la atención del público en los medios de comunicación muestran situaciones aún más serias enfrentadas todos los días por mujeres. Los homicidios perpetrados por hombres en contra de sus parejas por cuestiones relativamente triviales, por ejemplo, evidencian el tormento al que es sometido un porcentaje significativo de las mujeres salvadoreñas, que en apariencia están en hogares o relaciones de las nadie esperaría ese nivel salvajismo. La diversidad en los perfiles de Karla Ayala, Jocelyn Abarca, Lorena Hernández y Karla Turcios, todos casos con amplia cobertura periodística, dejan claro la ubicuidad del problema. Un reciente reportaje escrito por el periodista Jorge Beltrán pone en perspectiva cómo las pandillas elevan esta dinámica a condiciones inimaginables, sometiendo así a jóvenes mujeres en los barrios más vulnerables de El Salvador. Beltrán expone cómo los pandilleros seleccionan a las mujeres que quieren y las convierten en sus esclavas sexuales, sin que sus familiares puedan hacer nada para evitarlo. Lastimosamente, este es un tema que no ha sido explorado por las autoridades, aunque tiene años de ser de su conocimiento.

Los casos abordados por los medios de comunicación tocan solamente la superficie del problema. Solucionarlo requiere que lo entendamos mejor. Necesitamos más investigaciones serias y técnicas de las que podamos extraer hallazgos para la elaboración de programas y políticas públicas de impacto. Algunos argumentan que la criminalidad en el país está sobrediagnosticada, que existen muchos estudios que la han investigado. He escuchado esto incluso de personas que se autoproclaman analistas o expertos en seguridad. Las millones de investigaciones criminológicas realizadas en Norte América y Europa, de las que están tapizadas las paredes de las universidades, resultan más que suficientes para descartar esta ridícula y arrogante idea de que ya sabemos todo lo que necesitamos saber de un problema tan complejo como la criminalidad y la seguridad pública en un contexto tan difícil como el salvadoreño.

Criminólogo

@_carlos_ponce