Gracias, magistrados

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16 July 2018

Muchos calificativos se han utilizado sobre lo hecho por la Sala de lo Constitucional los últimos nueve años. Desde que “hicieron un trabajo excepcional”, “devolviéndole la majestad a la justicia”, hasta que son “la peor Sala de la historia” por las sentencias que emitieron. La mejor forma de calificar todo lo realizado por la Sala de lo Constitucional la definieron los mismos magistrados cuando les preguntaban por qué emitían ciertas sentencias: era su trabajo. Sin palabras rimbombantes ni frases llenas de exageraciones.

Tuve el enorme privilegio de trabajar con Rodolfo González, Belarmino Jaime, Sidney Blanco y Florentín Meléndez durante casi los nueve años de su periodo. Y entre papeles donde anotaban sus observaciones en cada caso, las discusiones maratónicas y el compañerismo que casi siempre rondó la salita de reuniones, la justificación que siempre se escuchó al tomar una decisión fue la misma: solo hacían su trabajo.

Ustedes siempre supieron la relevancia del lugar donde estaban parados. Que la Sala de lo Constitucional era la institución encargada de defender los derechos constitucionales de los ciudadanos y que con su firma podían ayudar a cambiar la realidad de un país sumido en el letargo institucional. Y no iban a desaprovechar esa oportunidad. Tenían claro que la Sala de lo Constitucional era un lugar para trabajar y no para gozar de privilegios, hacer favores o mantener el status quo. Ustedes hicieron su trabajo.

Siempre he creído que cuando todos los funcionarios entiendan que la investidura de su cargo es un trabajo como cualquier otro y no una corona de privilegios, en ese momento tendremos un país que empiece a mejorar.

Estemos o no de acuerdo con las decisiones que tomaron, con sus acciones dejaron claro que la institucionalidad independiente de intereses o injerencias políticas es posible. Porque en épocas donde todas las instituciones parecían atrapadas por la inercia, ustedes sacudieron esa pasividad y le dieron un aire nuevo a situaciones que creíamos que poco podían cambiar. Demostraron que para sacar adelante al país solo se necesita de valor y de ganas de trabajar.

Además de un trabajo con valor y mucho criterio técnico, ustedes también son ejemplo de las cosas bien hechas. A pesar de que muchos piensan que los magistrados solo firman sentencias, eso no es así. Quienes trabajamos con ustedes damos fe de la meticulosidad con la que el trabajo era corregido y observado; siempre nos sorprendieron con perspectivas más amplias sobre los temas y con ideas más ingeniosas para resolver los problemas.

Más allá de cualquier tema de derecho que alguien puede aprenden al escucharlos a ustedes, yo me llevo el aprendizaje para la vida. Con ustedes aprendí a dejar de preocuparme por el qué dirán. Que uno no es monedita de oro para caerle bien a todo mundo y menos cuando se ven afectaron sus intereses. Si uno está convencido de sus ideas, defenderlas es lo que corresponde; siempre respetando y escuchando todas las posturas y sugerencias.

También aprendí de su sencillez. Porque a pesar de su amplia experiencia como abogados y su estatus de magistrados, siempre escucharon las sugerencias e ideas de “los bichos” que les rodeaban como colaboradores. Respetaron la independencia de criterios al interior de la Sala y la libertad de expresión de cada uno de sus colaboradores; de ustedes solo he obtenido palabras de apoyo a mi labor como columnista, independientemente de si estamos de acuerdo o no con un tema.

Y aprendí de su buen humor. Porque en momentos de estrés no hay como un buen chiste para romper el hielo y que las horas interminables de trabajo se pasan mejor con un pedazo de semita mieluda. Que ante las puertas de la destitución era mejor reír que preocuparse. Ustedes sabían que Dios los puso ahí y él mismo iba a determinar la forma de su salida, pues lo importante no era aferrarse a un cargo, sino hacer respetar la Constitución. Se van por la puerta grande.

Magistrados, siéntanse orgullosos de lo que hicieron todos estos años; les queda la enorme satisfacción de haber realizado un buen trabajo. Como platicaba con un compañero y amigo: colaboradores buenos siempre hubo, mucha gente técnica ha pasado por la Sala, pero la diferencia la hicieron ustedes. El trabajo está hecho. Quienes ocupen su silla tienen un gran reto por delante y ojalá lo hagan con igual o mayor valentía. Gracias, Magistrados. Los vamos a extrañar.

Columnista