Muerte diferida

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16 July 2018

Al contrastar el pasado con la Historia reciente de la humanidad, podemos notar que la esperanza de vida del Homo Sapiens ha mejorado sustancialmente. De acuerdo con estudios hechos por la Universidad de Texas, la esperanza de vida durante el Imperio Romano para un bebé recién nacido, era solo 21 años, con un 36 % de probabilidad de morirse antes de cumplir un año. Una vez cumplido los 10 años, podía esperar llegar hasta los 44, y entre los que llegaban a 20, un buen porcentaje podían vivir hasta casi los 50, situación que se mantuvo casi de forma invariable, en diferentes partes del mundo, hasta la revolución industrial del siglo XIX.

A partir de ella, en Europa empezó a registrar un aumento de esperanza de vida, pero el verdadero cambio no llegó hasta el siglo XX, gracias a los grandes avances de medicina y la vacunación universal de la población contra las epidemias más contagiosas, por lo que la esperanza de vida actual, ronda los 85 años. En otras palabras, gracias a la ciencia, la esperanza de vida se duplicó durante el último siglo. Ese drástico cambio nos permite preguntarnos ¿qué pasará en el futuro?

Desde que existe vida basada en carbono en esta tercera roca desde el Sol, el evento que se conoce como “muerte”, marcaba el final de la actividad vital de todos los seres orgánicos. Este evento se puede producir de forma violenta y externa (como cuando ocurre un accidente, el ataque de un depredador o un desastre natural), pero en caso de que el evento externo no ocurra, el organismo encontraría su final de forma gradual y apacible, por medio de un proceso llamado envejecimiento; o bien, de forma más acelerada, como cuando es provocado por una enfermedad.

Los humanos hemos visto a la muerte como inevitable, como esa entidad, que le toca el hombro a pobres y a ricos, y les dice “vente conmigo”, sin que existan argumentos suficientes como para retrasar ese momento. Ahora, los científicos conceptualizan a la muerte, como una serie de eventos marcados por fallas en los órganos vitales que forman parte de la estructura biológica de los seres vivos. Desde esa perspectiva, la muerte constituye una falla de los organismos, la cual, por tratarse precisamente de una “falla”, puede ser prevenida y reparada.

Debido a que no existe ningún evento cósmico o metafísico que “marque nuestra hora”, morir constituye un simple evento “técnico-biológica”: el corazón deja de bombear sangre, porque no llega suficiente oxígeno al músculo cardíaco; las células cardíacas se extienden por el páncreas, debido a que una mutación genética aleatoria reescribió sus instrucciones; esto, solo por mencionar unos ejemplos.

Las enfermedades están a la espera del respectivo avance de la ciencia que las solucione, tal como en su momento se erradicó el sarampión, la rubéola y la viruela; las cuales, en un pasado reciente, causaron millones de muertos. Si se pudo con ellas, ¿por qué no considerar que eventualmente la Humanidad, por medio de la ciencia, vencerá definitivamente al cáncer, a los tumores cerebrales o la insuficiencia renal? De esa forma la ciencia le concedería al ser humano, el poder gozar de una vida prolongada… o indefinida.

¿Sueños imposibles? Lo cierto es que los científicos predicen que, tomando en cuenta los avances médicos, la expectativa de vida de los humanos en los países desarrollados, para el año 2050, llegará a los 150 años. Su pronóstico no es errado, sino preguntemos a cualquier persona de 60 o 70 años que tengamos cerca, si se “siente” …viejo.

La “muerte diferida” que viviremos en el Siglo XXI provocará infinidad de cambios, entre ellos, en la legislación laboral, para evitar discriminación en la contratación de mayores de 40 años para ciertos empleos; en la legislación relativa a las edades de jubilación, ya que la capacidad de trabajar se extenderá considerablemente; a las relaciones de familia; a las políticas crediticias de los bancos; a la re-definición de los derechos de la “tercera edad”, solo por citar algunos de los posibles efectos de la nueva longevidad.

Gracias a la ciencia, la muerte diferida ya está entre nosotros. A la parca, no le quedará más que enfundar su guadaña por unas décadas más.

Abogado,

máster en Leyes.

@MaxMojica