La tragedia de América Latina

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13 July 2018

En 1950 los salarios que latinos viviendo en Estados Unidos ganaban representaban en promedio el 85 % de los que ganaban los no latinos. En 2017 representan solo el 66 %. Al mismo tiempo, la participación de los latinos en la fuerza laboral norteamericana ha subido del 2 al 14 %. Es decir, mientras que la cantidad de latinos en ese país se ha multiplicado por siete, los salarios que ganan como porcentaje de lo que ganan los no latinos se han disminuido en un 23 %.

El Banco de la Reserva Federal de San Luis, Missouri, ha publicado un estudio analizando las razones de las diferencias en salarios, que sus conclusiones las reducen a una sola: la diferencia en logros educacionales y de formación de habilidades. Los logros de los no latinos en estas dimensiones no solo eran más bajos que los de los no latinos en 1950 sino que también han aumentado mucho menos rápidamente de entonces para acá. Los latinos, entonces, han ido recogiendo los trabajos que requieren menos habilidades y que por supuesto pagan menos. Representando el 16 % de todos los trabajadores de Estados Unidos, representan el 25 % de los trabajadores sin capacitación y de los trabajadores agrarios. La gente que tiene solo educación primaria o menos es el 16 % de los latinos, solo el 4 % de los no latinos. En el otro extremo de la distribución, los latinos representan solo el 8 % de los trabajos profesionales y técnicos, y apenas un 10 % de los gerentes, oficiales y propietarios.

El descenso en los salarios como porcentaje de los salarios de los no latinos se debe a la suma de dos tendencias: una, a que la población latina en Estados Unidos se educa menos que lo que se educan los demás, y, dos, a que los inmigrantes que han aumentado la población latina (muchos de los cuales son salvadoreños) son de una educación muy baja en relación con la de la población no latina.

Estas dos tendencias apuntan a la misma conclusión: sea que los latinos crezcan en Estados Unidos, o que crezcan en América Latina y se vayan luego para allá, siempre tienden a tener un nivel educativo mucho más bajo que el de los no latinos. Y eso hace que ganen mucho menos que los no latinos en Estados Unidos, allá o aquí.

Es bien sabido que la comparación da resultados opuestos a estos cuando se hace con inmigrantes asiáticos, especialmente chinos e indios, que en una generación saltan de la pobreza a la riqueza a través de mejorar radicalmente su educación. Los asiáticos tienen ahora rendimientos académicos e ingresos que superan los de los anglosajones. Cuando llegan a Estados Unidos, estos asiáticos pasan por penurias similares a las de los inmigrantes legales latinoamericanos. Pero salen adelante en una generación. El problema está en nosotros, los latinos, que acarreamos la pobreza con nosotros.

El problema que cause este acarreo es obviamente cultural: la cultura latinoamericana no reconoce la educación como algo útil y que valga la pena. Criados en la tradición de la colonia española, que veía la riqueza en términos de minerales y de productos de la tierra, no del conocimiento y las habilidades, los latinos nunca hemos desarrollado el respeto al conocimiento que tienen todos los pueblos avanzados. Ni siquiera nos hemos dado cuenta de que toda riqueza proviene en el último extremo del conocimiento. Por eso nunca hemos logrado desarrollarnos.

Esa es la tragedia de la América Latina. La tragedia de El Salvador es peor, porque todo indica que los que se van a Estados Unidos para bajar el promedio de educación allá, tienden a ser los más aventajados aquí.

Esta cultura de la ignorancia debe cambiarse aquí para que la educación pueda florecer y para que esto nos lleve al desarrollo. La idea de que primero debemos subir la producción y luego pensar en la educación y la salud del pueblo ignora, contra toda la evidencia de la historia y de la economía mundial actual, que no se puede subir la producción sustancialmente si no se mejora la educación, la salud, la cultura de la población. Los problemas de la producción y de la calidad del capital humano no se pueden separar. Son una misma cosa. Tenemos que entender esto, y si no queremos hacerlo, debemos acostumbrarnos a ser pobres.

Máster en Economía

Northwestern University.