Sobrevivir intelectualmente al siglo XXI

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05 July 2018

En pleno siglo XXI, sobrevivir intelectualmente se está convirtiendo en una lejana quimera. A pesar del avance de la ciencia, la tecnología, la fluidez de información en el ciberespacio, un mundo en el que tenemos el conocimiento fácilmente. Algunas personas han desarrollado una predilección por lo absurdo, por lo rotundamente malo… vivimos una época en la que un afán desmesurado por el dinero, cortó de tajo esas raíces que llamamos razonamiento y principios.

Sobrevivir pensando, analizando, indagando la verdadera naturaleza de las cosas, para luego esa realidad, ponerla al beneficio de todos los que habitamos este mundo, parece ser una tarea irrealizable. Desde el aparecimiento de las ideologías políticas ha habido un resquebrajamiento del pensamiento humano muy serio, el cual no ha logrado una recuperación real del cercenamiento intelectual sufrido. Se abusa de las palabras sin escrúpulos, la majadería se ha expandido a recónditos lugares donde alguna vez, habitaron grandes pensadores.

El escritor argentino Leonardo Castellani le llamó a esto “el triunfo de los ineptos”. Refiriéndose a esa borrasca de ideas confusas y disparatadas, en las que todas las opiniones se les quiere colocar al mismo nivel, actualmente convivimos con esta barbarie intelectual. Ya sea de economía, política, ciencia y, sobre todo, la tan ultrajada libertad; son víctimas de infaustas tertulias donde son acribilladas sin piedad por la ignorancia de nuestro tiempo.

Indudablemente la libertad ha sido la más trastocada, mal usada para organizar alzamientos políticos, para incitar a revoluciones sociales… la libertad se ha convertido en la consigna de muchos ineptos, de aquellos que promueven la indisciplina, de muchos que aborrecen la autoridad para materializar sus caprichos antojadizos sin que nadie los reprenda. Sobradísima razón tenía el gran maestro renacentista Leonardo Da Vinci, al decir: “La máxima libertad, nace del máximo rigor”. Entendamos que la libertad tiene su prueba para el hombre en la máxima debilidad que es la fragilidad de la mente.

Aquí podemos dar paso a un pernicioso libertinaje, donde sus consecuencias las vemos reflejadas en leyes que regulan nuestra propia autodestrucción: aborto, eutanasia, ideología de género, fecundaciones en vitro, entre otras alteraciones alejadas del bienestar humano. Nuestra dignidad humana está siendo pisoteada hasta verla perecer.

La conciencia, ese juicio natural para diferenciar el bien y el mal, esa cualidad para identificar la verdad y el error, se ha deformado considerablemente deificándola y convirtiéndola en una mera subjetividad que puede forjar su propia moral, según sus convicciones o conveniencias personales. Es así como el hombre encerrado en la intimidad de esa conciencia subjetiva se declara autónomo de toda ley moral exterior y se engaña así mismo, afirmando arbitrariamente que su propia conciencia determina lo que es bueno y lo que es malo.

Esta libertad de conciencia se convierte en una libertad caprichosa que ha sido proclamada por el liberalismo y erigida como piedra angular en ese templo intocable llamado “derechos humanos.” Es así como ha desaparecido la necesidad de verdad, cediendo ante un libre arbitrio emotivista de conformidad con uno mismo. Este concepto moderno de conciencia viene a fundar un subjetivismo relativista altamente radical, quedando excluida la realidad objetiva, dañando así la vida social individual y colectiva.

Con esto vemos aparecer la dualidad de lo políticamente correcto, donde muchos políticos de turno, muy al estilo de Pilatos se lavan las manos, aduciendo que la democracia ha imperado, para legitimar leyes malévolas que han aprobado. Es imperioso que rescatemos la conciencia humana para poder desempeñar una verdadera libertad y con ello una política noble y ética; donde germine nuevamente lo moral. De no ser así, haremos realidad el sueño del filósofo español George Santayana que una vez dijo: “Soñé que vi pasar a cuatro caballeros, todos iban armados, y les pregunté: ¿A dónde van? “Vamos a libertar a los pueblos” —respondió uno de ellos. ¿Libertarlos de que? —pregunté. Y me respondió el caballero líder: “De las consecuencias de la libertad”.

Analista político

y Escritor

@LuisSaxum