La antipolítica en El Salvador

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28 June 2018

La más antigua de las comunidades es la familia, es donde inicia la educación y división del trabajo para satisfacer las necesidades cotidianas y la crianza de los hijos. El segundo peldaño en la escala es la comunidad, que aparece para atender necesidades no cotidianas de la vida. La última es la polis, que no surge meramente para vivir, sino para vivir bien, porque es la forma en que puede arraigar una vida plenamente civilizada. Solamente en una polis bien ordenada pueden los mejores ciudadanos alcanzar la plenitud de la vida humana.

Los antiguos griegos tenían muy claro esto y filósofos como Aristóteles lo plasmaron en sus escritos. Actualmente se considera a la ciencia política como la actividad en virtud de la cual una sociedad libre, compuesta por personas, resuelve los problemas que le plantea su convivencia colectiva; es un quehacer ordenado al bien común. Para ello existen instituciones dentro del marco político y jurídico, las cuales son elementos indispensables del sistema democrático para un desempeño sistematizado y eficiente.

Mediante los partidos políticos se obtienen cargos de elección popular como la presidencia de la República, alcaldías y diputaciones en el Poder Legislativo. Lamentablemente la corrupción de muchos políticos ha ensombrecido la encomiable labor de estas instituciones. Esto es aprovechado por personajes populistas que adormecen a personas desencantadas con la política formal y enardecen esa desidia y la encauzan hacia sus pretensiones de poder y lograr apoyo para culminar sus ambiciones personales.

Nuestro país no escapa de ello. Desde antaño al presente venimos siendo testigos de incontables actos de corrupción que han mermado el desarrollo social, económico y político de El Salvador. La antipolítica es usada para desprestigiar nuestro sistema democrático actual, cuando son los malos funcionarios los que deberían desaparecer de la palestra política nacional; se nos ofertan ideas anárquicas del uso de la fuerza en manifestaciones, dañando propiedad privada y del Estado, una errada opción al querer buscar incidir en democracia como ciudadanos civilizados.

Los políticos populistas aprovechándose del nefasto desempeño de algunos personeros de los partidos políticos y con un discurso insultante, vociferan que tienen la fórmula perfecta para instaurar un paraíso terrenal, donde tendremos manjares exquisitos y donde nadaremos en ríos majestuosos de abundancia. Elaboran un sermón y lo pregonan a los cuatro vientos, para luego terminar aliándose con ese mal, con ese cáncer que tanto criticaban…

Pero el letal veneno ya se ha esparcido… masas de personas automatizadas e ideologizadas han sido hechizadas por el populista con sus artilugios verbales. Esta ceguera intelectual cíclicamente se ha repetido en la historia del mundo. Desde Adolfo Hitler, Josip Stalin, Hugo Chávez y versiones desmañadas como Nicolás Maduro, son el ejemplo de como el populismo fue un vehículo para llegar al poder y eliminar los sistemas democráticos de sus países. Estos son ejemplos aleccionadores de los que debemos aprender. Como lo decía el escritor Mario Vargas Llosa: “El populismo es el camino de la autodestrucción de la democracia”.

Este pensamiento debería plasmarse en escuelas, colegios, universidades… todo centro de formación debe enseñar que la mezcla entre antipolítica y populismo es la fórmula indiscutible para un seguro fracaso. Debemos entender que son las personas que se eligen el problema y no el sistema democrático.

Estimados lectores, si queremos una polis como la expuesta por los antiguos griegos, no podemos conformarnos con populismos mediocres y mucho menos con políticos intelectualmente inferiores que los promueven. La dirección de una nación debe ser llevada por personas coherentes y con convicciones… y de estas, hace mucho que las necesitamos.

Analista político y escritor

@LuisSaxum