Guía para sobrevivir al Mundial

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23 June 2018

Si usted forma parte de ese 0.01 % de la población del globo terráqueo que no le interesa el Mundial, entonces este editorial es para usted. En estas semanas, los movimientos de sístole y diástole de la mayoría de los Homo Sapiens han estado conectados al estridente sonido del silbido del árbitro que marca el inicio de los juegos.

Cualquiera diría que para el aficionado —que está pegado a su pantalla plana de 48 pulgadas, que sacó fiada para la ocasión— estuviese en juego la hipoteca de su casa, la letra del carro o un aumento salarial, y no un partido entre las selecciones de dos países que no conoce y que difícilmente conocerá, jugado por 22 individuos que, si se les pusiera enfrente un Mapamundi, remotamente podrían identificar a El Salvador con su dedo.

La conducta de los seres humanos es tan bizarra en estas semanas que, a juicio de cualquier psicólogo, diríamos que vivimos una especie de histeria colectiva. Los almacenes hacen propaganda de sus productos, mostrando a un ama de casa presa de un ataque de nervios, gritando eufórica, mientras abraza a una licuadora que está en descuento. Así las cosas, por más que devano mi materia gris, no logro entender el sentido de la propaganda comercial de estos días ¿en qué se relaciona el juego de la selección de Egipto con el menú “dos por uno” de una taquería? Probablemente la respuesta a semejante misterio, sea tan insondable como la Fosa de las Marianas.

Si para estas fechas tuviéramos la suerte —o mala suerte, depende de la óptica con que se le mire— de tener una vista extraterrestre, los alienígenas quedarían harto confusos al observar la conducta desarrollada por el mamífero humano. Para ellos, luciríamos como un bípedo que evolucionó sin escalas, desde las primitivas células, para convertirnos en un ser histérico que grita “huuuuuuy”, desde lo más profundo de su cavidad torácica, cuando una esfera lanzada con fuerza, utilizando las extremidades inferiores, pasa rozando unos tubos blancos dispuestos en forma de rectángulo. Ante tal espectáculo, lo más probable es que hagan que sus avanzados transportes interestelares den vuelta en “u”, para no regresar nunca más a esta tercera roca contada desde el Sol.

Para los desdichados seres que no nos interesa el fútbol, estas semanas serán tan duras como unas vacaciones de un carnívoro en la India. Tendremos que echar mano a todas nuestras reservas de inteligencia emocional, para poder sobrellevar esas infinitas conversaciones de sobremesa, en donde se discuta hasta la saciedad, las razones técnicas del porque Messi juega mejor cuando usa calcetas azules, o sobre la existencia del secreto guardado por los científicos deportivos, respecto a que Cristiano Ronaldo es más aerodinámico entre más se depila las cejas.

La etiqueta nos dice que, en esos momentos, sería descortés pegar un manotazo en la mesa y gritar que estamos hartos del fútbol; por lo que aconsejo utilicemos antiguas prácticas de los monjes trapenses, nos sumerjamos en nuestro Yo Interior, mientras nuestros ojos —que para ese momento reflejan la paz de los iniciados— miran con infinito amor al individuo, que vestido con una camiseta deportiva, expone por enésima vez, cual es la alineación ideal que le afianzará el gane a “su” equipo.

A fin de evitar episodios de violencia intrafamiliar, aconsejo asimismo evitar la realización de actos imprudentes. Sería temerario desarrollar acciones tales como cambiar el canal del televisor, en un cubículo lleno de aficionados, mientras dure la transmisión de un partido. Se han documentado casos que, un evento tan trivial como caminar frente a la pantalla mientras se desarrolla una jugada, ha provocado el lanzamiento de objetos contundentes o corto punzantes, en perjuicio de la humanidad del incauto que realiza tan peligrosa maniobra.

Lo que tenemos que tener en claro, es que en la vida todo pasa: las guerras, los periodos de lluvia, las amnistías fiscales; todo tiene un inicio y un final. Eso mismo ocurrirá con el Mundial. Así que hermano, paciencia, ya llegará el día en que puedas volverte a sentar tranquilamente con tu libro, en la sala de tu casa, sin que alguien grite “gooooool” en tu oído, como si la vida se le fuera en ello.

Abogado,

máster en Leyes.

@MaxMojica