Trump, Singapur y noviembre

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19 June 2018

Un acuerdo marco para “desnuclearizar” la península coreana firmaron en Singapur la semana pasada Donald Trump, presidente de los Estados Unidos, y Kim Jong-un, “líder supremo” de Corea del Norte. La reunión no tiene precedente ya que ningún mandatario estadounidense se reunió antes con el norcoreano en jefe del país más retrógrado y aislado del planeta. Y fue tan solo el año pasado que dijo Trump que Estados Unidos respondería con “furia y fuego” a Corea del Norte si desde ahí lanzaban “fuego” —léase cohetes nucleares, como habían amenazado hacer— a territorio estadounidense (se habló de la isla de Guam como posible objetivo) o a cualquiera de sus aliados (se temió por Corea del Sur).

La polémica tras el acuerdo fue inmediata, como suele suceder con las acciones del presidente estadounidense. Sus críticos dijeron que se le había dado un inmerecido reconocimiento al dictador norcoreano, limpiándole cara ante barbaridades perpetradas a su propia gente e incumpliendo una y otra vez resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU; a su vez, criticaron que en el acuerdo se haya comprometido Kim Jong-un a la “desnuclearizacion completa” a cambio de seguridad para su régimen, pero sin calendario de verificación y sin tomar en cuenta las décadas de incumplimiento a la repetitiva promesa de abandonar el programa nuclear hechas durante la época de su padre.

La base de apoyo de Trump, por su parte, mostró como un éxito el acuerdo, argumentando en primer lugar que la latente amenaza de una guerra con arsenal nuclear, al menos por ahora, ha desaparecido. Que funciona la política “de paz a través de la fuerza” (es decir, la inequívoca disposición a usarla, de Reagan), y que tiene ahora Corea del Norte una verdadera oportunidad del salir del aislamiento y atraso en que se encuentra, pues mientras Corea del Sur es un gigante industrial, la dependencia de Corea del Norte hacia China, reporta la revista “The Economist”, llega “hasta el (uso del) avión que lo llevó (a Kim Jong-un) a Singapur”.

Con elecciones de mitad de período en cuatro meses y medio en los Estados Unidos, la salida del acuerdo con Irán —firmado durante la Administración Obama— y la apertura de la embajada estadounidense en Jerusalem, más el enfrentamiento tarifario con China y las diferencias con el G-7, es el posicionamiento de los Estados Unidos en el mundo lo que está en juego en la arena internacional. Corea del Norte, por paradójico que resulte, por su total dependencia de China puede llegar a ser puente de oportunidad para que Estados Unidos y China puedan beneficiarse mutuamente si la letra pequeña del acuerdo de Singapur conduce a buen puerto. Los halcones de Trump estarán sin duda vigilantes de ello.

A cuatro meses y medio de las elecciones de noviembre en los Estados Unidos, Trump ha recuperado en las encuestas puntos que perdió en su primer año de gobierno, por lo que pocos siguen estimando a este momento que barrerán los demócratas en noviembre, aunque por la volatilidad de los acontecimientos se vuelve un enigma proyectar; la robustez de la economía ayuda a Trump, pero también ante su base, el manejo de las emociones. Creyente del libre comercio como soy, quien esto escribe discrepa con algunas políticas de la Administración Trump ya que, entre otros, estoy en total desacuerdo a que se separe padres e hijos por razones de tipo migratorio.

Una reforma migratoria como la aprobada durante la Administración Reagan en la década de los ochenta podría hacer un antes y un después en este espinoso tema, ya que genuinamente creo que si bien es verdad que Estados Unidos es un país de leyes, también es cierto que lo ha sido siempre de inmigrantes. Veremos cómo siguen los próximos meses rumbo a las elecciones de mitad de período de la primera semana de noviembre.

Abogado y periodista