Corrupción y oportunismo político

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Por Jaime García Oriani

16 June 2018

Las generalizaciones suelen ser desafortunadas e injustas, pero hay situaciones que motivan a encasillar en determinadas categorías. Con las acusaciones hechas por la FGR al expresidente Mauricio Funes de haber saqueado $351 millones de las arcas del Estado, más el juicio que enfrenta el expresidente Elías Antonio Saca por el desvío de $301 millones durante su gobierno, se alimenta la percepción en el imaginario colectivo que “la política es corrupción”.

Respetando la presunción de inocencia, la percepción de la política como una realidad podrida y sucia se refuerza cuando vemos que en ambos casos las malas prácticas no distinguen colores, banderas o ideologías; es más, el modus operandi habría sido similar y las estructuras utilizadas para desviar los fondos las mismas. A eso sumemos la enorme decepción que sienten algunos por el “cambio” que nunca llegó con el primer presidente del FMLN, quien ofreció austeridad en el gasto público y combatir duramente la corrupción.

De ser ciertos estos desvíos millonarios, que alcanzan los $652 millones, se trataría de una injusticia enorme, que da rabia cuando vemos en nuestro país a tanta gente que apenas tiene para vivir, hospitales sin recursos y escuelas públicas que se desploman.

La corrupción es un mal que golpea más que el ámbito público y que, si no se detiene a tiempo, se vuelve sistemática, creando estructuras que corrompen a otros fácilmente, premian a los malhechores y castigan al honesto hasta el extremo de marginarlo y excluirlo. Además, impide el desarrollo económico y desalienta la inversión. El Foro Económico Mundial calcula que ésta aumenta el costo de hacer negocios hasta en un 10 %.

Y no, la política no es corrupción: corruptas son las personas que se aprovechan de lo que debería de ser un servicio noble para la sociedad. Ha sido, en parte, nuestra responsabilidad por permitirles llegar al poder, mantenerles allí por nuestra comodidad e indiferencia o no involucrarnos en política. Por eso, a los ciudadanos debemos llevar la desilusión a consecuencias prácticas, estando más activos y vigilantes.

Se acerca la elección de magistrados de la CSJ; luego, la Asamblea Legislativa deberá elegir al Fiscal General y magistrados de la Corte de Cuentas, un organismo que, hasta ahora, ha sido blando en su labor, aunque tiene un rol fundamental en la fiscalización de los recursos del Estado.

En un contexto esperanzador, en el que detrás del destape del presunto mal uso de fondos públicos vemos que las instituciones están funcionando y haciendo su trabajo, es momento de exigir a los diputados transparencia y la selección de los mejores perfiles e independientes, sin reparticiones de cuotas o negociaciones bajo la mesa.

Siempre habrá quienes busquen aprovecharse del descontento y se presentan como salvadores, así como lo hizo Funes tras el desgaste de ARENA con 20 años de gobierno. Especialmente ahora que la gente ha probado con los dos grandes partidos y no han visto resueltos sus problemas, muchos, cansados por más de lo mismo, piensan que no pierden nada al probar con quien promete cielo y tierra. La fórmula de criticar caprichosamente y el discurso anti-establishment parecen estar dando resultados.

No caigamos en el engaño. Las “nuevas ideas” no son la solución para nuestro país, solo capitalizan el cansancio de la mala política y apelan a lo más visceral de nuestra naturaleza. Veamos de quiénes se rodean estos pseudomesías, su falta de tolerancia con la crítica, el alto endeudamiento que dejan por donde pasan y las investigaciones que tienen en curso que muestran cómo se habrían beneficiado con millonarios contratos con el Estado.

Parte de los problemas de nuestro país se resolverán si fortalecemos las instituciones y el estado de derecho con personas honestas y competentes. Es difícil creer que esto sea posible con quienes han creado movimientos a su medida y gusto, y son expertos en armar tramas y complots de los que John Grisham se sentiría orgulloso.

Elijamos a personas con propuestas y planes serios. Démosle nuestra confianza, pero no la del ingenuo, sino la del jefe que se fía, pero está vigilante y exige resultados.

Periodista. Máster en

comunicación corporativa.

jgarciaoriani@gmail.com