¿Triángulo Norte o de la muerte?

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Por Luis Enrique Contreras Reyes

14 June 2018

Los grupos criminales en Centroamérica han adquirido un poderío económico y político considerable, Guatemala, El Salvador y Honduras son los países donde las maras, pandillas y el narcotráfico han encontrado su terreno fértil. El promedio de las tasas de homicidio en el Triángulo Norte osciló entre 42% y 67% durante los últimos 15 años según la Fundación política mexicana Heinrich Böll. Es una situación de epidemia y sobre todo una tragedia humana. Las policías de esta región, han pasado por diferentes procesos de formación, reestructuración y depuración; sin embargo, la confianza en ellas ha bajado enormemente debido a la infiltración del crimen organizado en las instituciones encargadas de la seguridad pública.

Las doctrinas de seguridad nacional y la intervención militar en asuntos de seguridad interna continúan definiendo las concepciones políticas y prácticas de la seguridad pública. Paralelamente, la seguridad privada se volvió un fenómeno generalizado y el número de agentes privados supera numéricamente a los efectivos policiales en los 3 países. A esto se suma la agravante de que la mayoría de estos efectivos no poseen un adiestramiento idóneo para el desempeño de sus funciones.

El desplazamiento interno forzado debido a la violencia y el control que la delincuencia ejerce en la mayoría de territorios controlados, está creciendo y tiene un impacto muy fuerte en la vida cotidiana. Las comunidades sufren una descomposición social enorme debido a la violencia, imposibilitando la cohesión vecinal, muy necesaria para la seguridad ciudadana. Las condiciones de criminalidad que desde hace dos décadas se vive en los tres países del norte de Centroamérica, son similares y las respuestas de los gobiernos de turno, salvo pequeñas diferencias, también han sido equivalentes y no han tenido resultados positivos.

El acercamiento a la problemática de violencia en el Triángulo Norte de Centroamérica es complejo. La magnitud y la heterogeneidad de la esencia de la problemática aún no se han abordado a profundidad, el laboratorio de pacificación está exhibiendo resultados convulsos e inesperados. La cotidianidad criminal es abrumadora, mientras los datos estadísticos de la violencia aún no adquieren contenido concreto. La incertidumbre y desesperanza predomina en la población; no habiendo hasta la fecha un gobierno que haya demostrado la capacidad de erradicar este flagelo de enormes dimensiones.

Desde principios de la década de 1980 se experimentó un complejo proceso de cambios políticos en la región, con la particularidad que en el Triángulo Norte, se instaló la democracia antes que la paz. La democracia no fue resultado de la derrota de los militares ni de la victoria de la guerrilla. Fue un arreglo contrainsurgente. Por ello, la democratización no fue una transición, sino el resultado de pactos acordados entre las facciones políticas de ese momento.

Por todo lo anterior se puede considerar que la transición en el Triángulo Norte tiene características complejas que se inscriben en una transformación múltiple: del régimen político, del modelo de Estado, del modelo económico, y de la guerra a la paz. Una amplia desigualdad social, la corrupción, la impunidad y la fragilidad de las instituciones gubernamentales, han permitido un devastador avance criminal en los tres países.

En Honduras, las maras han sido inculpadas por la mayor parte de los crímenes violentos. En El Salvador, las autoridades afirman que el 60 % de los homicidios intencionales son llevados a cabo por las maras. En Guatemala, un estudio reciente de la policía reveló que solo el 14 % por ciento de los homicidios intencionales se puede atribuir a actividades pandilleras. La expansión territorial de las maras y pandillas doblegando y comprando a algunos policías, abogados, jueces, políticos etc. a su servicio, ha sido corroborada en los tres países.

El poder económico de estas estructuras criminales se ha convertido en el poder real, sustituyendo lamentablemente al poder formal y enquistándose a niveles nunca antes vistos… convirtiendo nuestra región en el fratricida “triángulo de la muerte”.

Analista Político y

Consultor en Seguridad