El costo de ignorar los hechos

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Por Max Mojica

05 June 2018

Pocos años después de que la Pinta, la Niña y la Santa María tocaron tierra en las islas del Caribe, los inquietos españoles sedientos de descubrir nuevas rutas comerciales y de encontrar ese ambicionado y maleable metal amarillo decidieron subirse nuevamente a sus barcos y pusieron rumbo a las tierras de un poderoso monarca, del cual habían escuchado alucinantes rumores de grandeza y riqueza.

Lo curioso es que, a pesar de que el Imperio Azteca estaba situado a escasos días de navegación desde las islas del caribe, los súbditos de Moctezuma no sabían nada del arribo de los españoles; la ignorancia sobre su arribo se vuelve más relevante tomando en cuenta que los españoles no se habían quedado muy quietos. Entre 1492 y 1517, habían conquistado la mayoría de islas caribeñas y habían sometido a la población aborigen a un yugo de hierro, que los esclavizó y sometió a trabajos en minas y plantaciones, eliminando con sangre y fuego cualquier atisbo de resistencia.

Ignorar esos hechos fue su primer error fatal. Los aztecas simplemente no supieron cómo reaccionar ante los visitantes. En parte, eso se explica debido a que, para ellos, ninguno de los humanos conocidos hasta esa fecha era como esos extranjeros: piel blanca, abundante vello facial, cabellos color del sol y un hedor corporal insoportable.

Mientras los aztecas deliberaban sobre si eran dioses, magos o demonios, perdieron un precioso tiempo que hubieran podido utilizar en concentrar todas sus fuerzas militares disponibles, para aniquilar a tan peligrosos visitantes; al fin y al cabo ¿qué significaba Cortés con sus apenas 550 soldados frente a todo un imperio? Pero los aztecas cometieron un segundo error fatal: lo subestimaron.

No tenían por qué dudar de las intenciones de Cortés cuando les dijo: “Venimos en son de paz, llevadnos ante vuestro jefe”. A pesar de que su delegación pretendía ser una misión diplomática para entrevistarse con Moctezuma, lo cierto es que Cortés había sido apertrechado y había recibido ayuda militar de los reinos circundantes, enemigos de los aztecas.

Inocentemente, permitieron que el ejército invasor avanzara directamente hacia las entrañas de la capital, y no solo eso, llevaron al mismísimo general de ese ejército, a una entrevista en el palacio del emperador Moctezuma. En plena entrevista, a una señal de Cortés, los españoles con la ventaja tecnológica que les brindaba el acero de sus espadas y la pólvora de sus arcabuces, mataron a los guardias del emperador. Rápidamente, el invitado de honor sometió como su prisionero al monarca anfitrión.

Adicionalmente, Cortés logró aliarse con los pueblos tributarios de los aztecas, haciendo que el imperio implosionara. La ayuda de los reinos indígenas enemigos de los aztecas, fue esencial para la conquista del imperio, pero ¡sorpresa! esa ayuda causó que ellos mismos fueran a su vez, conquistados y sometidos a un yugo muchísimo peor que el impuesto por Moctezuma.

Los reinos indígenas circundantes claramente odiaban a los aztecas, pero desconocían las verdaderas intenciones de los españoles, por lo que cometieron un tercero e imperdonable error: apostar por un nuevo tirano, con tal de librarse de otro. Nunca les pasó por su mente que ese tal Cortés, con su insignificante ejército, fuera a convertirse, a la larga, en un peligro de naturaleza tal que iba a acabar extinguiendo no solo sus ambiciones de independencia, sino su cultura misma.

Menos de un siglo posterior al desembarco de Cortés, la población indígena mexicana se había reducido en un importante porcentaje y los sobrevivientes quedaron a merced de un régimen codicioso y racista, mucho peor que el que hasta esa fecha habían vivido bajo el gobierno azteca.

Esta historia nos demuestra que cuando un pueblo está cansado de su clase política es tierra fértil para el surgimiento de liberadores mesiánicos, con discursos vacíos de contenido, pero atractivos por su jerga antisistema, explotando el mismo sentimiento que tenían los pueblos tributarios de los aztecas: estamos hartos de este régimen.

Por el bien de los salvadoreños, debemos de tener en cuenta la lección que nos deja esta Historia: ignorar las señales, creer en la simple retórica y en “buenas intenciones”, cuando los hechos confirman otra cosa, es peligroso para los pueblos.

Abogado, máster en Leyes.

@MaxMojica