No es bloqueo, es la ley

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Por Erika Saldaña

04 June 2018

El descontento contra los partidos políticos actuales es tierra fértil para nuevos proyectos. En los últimos meses hemos presenciado los primeros pasos de planes liderados por políticos que se retiraron o fueron expulsados de sus partidos originarios, como Johnny Wright, exdiputado de ARENA, ahora líder de “Nuestro Tiempo”; Josué Alvarado excandidato del PDC, hoy con el partido “Vamos”, y Nayib Bukele, exalcalde del FMLN, actualmente con “Nuevas Ideas”.

Todas estas iniciativas llevan distintos ritmos de acuerdo con sus pretensiones. Construir un partido, con base en la legislación actual, requiere mucho tiempo, esfuerzo y dinero. Si la idea era participar en las elecciones de 2019, ya iniciando 2018 iban tarde. En las redes sociales hemos sido testigos de que iniciativas como Nuevas Ideas han creado una narrativa de “bloqueo a la voluntad de un pueblo que quiere cambio”. Todos estamos claros de que la política salvadoreña urge de aires de renovación, cambio de las viejas mañas y que las personas tienen derecho a asociarse como lo crean conveniente.

Nuevas Ideas y cualquier otro grupo de personas tienen derecho a constituir un partido político y participar en las elecciones para cargos de elección popular. Pero esta participación debe sujetarse a lo que dice la Constitución, la Ley de Partidos Políticos y la máxima autoridad en materia electoral, el Tribunal Supremo Electoral –TSE–; así ha sido con todos los partidos políticos que han entrado a la contienda en El Salvador en la época de la posguerra, sumando alrededor de 35 partidos políticos.

Parte del discurso de los simpatizantes de Nayib Bukele es que “el sistema se protege a sí mismo” y por eso se bloquea su iniciativa de un nuevo partido. Pues sí, el sistema republicano está diseñado para protegerse a sí mismo de personas que buscan tratos diferenciados bajo una misma ley, alterar a conveniencia su aplicación, de quienes manipulan la opinión pública y quieren hacerse ver como víctimas ante un descontento personal. Como dice el reconocido adagio jurídico, “dura es la ley, pero es la ley”.

Otra de las ideas que rondan el discurso de bloqueo de Bukele es que “en una democracia el pueblo decide y hay que dejar que lo haga”; por supuesto que hay que dejar al pueblo participar, pero debe decidir con base en las reglas del juego ya fijadas de manera previa por las leyes, sino viviríamos en una completa anarquía. Estamos claros de que nuestras instituciones podrían ser más eficientes. Pero una cosa es pedir al TSE que trabaje con celeridad y otra es volver a esta el villano de la historia de forma injustificada. La Ley de Partidos Políticos es la que establece las reglas del juego electoral, incluyendo requisitos y plazos en lo que deben actuar. Si estos se cumplen, no hay nada anormal.

Nayib Bukele y sus simpatizantes lo único que han hecho a la fecha es convertirse en voceros del discurso antipartidos. Pero no hemos visto acciones objetivas que demuestren por qué son distintos. Todos los partidos dijeron en su momento que querían cambiar al país y que el pueblo estaba de su lado; y todos han incumplido. Debe demostrar qué lo hace diferente a estos, transparentar dirigentes, fuentes de financiamiento, pensamiento político, cuáles son sus propuestas específicas para solucionar los problemas del país y en qué consisten las tan promocionadas nuevas ideas. Si no lo hace, su discurso no pasa de ser simple retórica y esbozos de un engaño.

Decir que “hay que cambiar el sistema” puede ser una idea peligrosa. El problema no es el sistema, sino quienes lo han ensuciado. La Constitución salvadoreña establece una forma de gobierno republicana, democrática y representativa, lo cual tiene como fundamento las reglas preestablecidas del juego, la garantía de los derechos fundamentales y el respeto a las instituciones. Esto no tiene por qué ser cambiado, pues lo contrario implica un régimen autoritario donde gobierna una o un grupo de personas.

Los malos de la historia no son el sistema, las ideologías, la política o los partidos, sino esas personas que la han utilizado para satisfacer intereses personales. Hay que renovar la política abriendo nuevos espacios de participación y limpiando los actuales partidos. Pero todo bajo el marco de lo que dice la Cotnstitución y las leyes. En el fondo se trata de respetar y defender la institucionalidad.

Abogada, columnista de

El Diario de Hoy