Aprovechemos las condiciones para elevar el debate sobre la seguridad

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Por Carlos Ponce

29 May 2018

La Fiscalía General de la República mantiene un esfuerzo permanente, decidido y, sobre todo, enfocado en las finanzas de las pandillas que operan en el país. La idea, se interpreta, es asfixiar a dichas agrupaciones mediante la desarticulación de las redes que utilizan para recolectar, administrar, lavar y distribuir el dinero proveniente de las actividades ilícitas en las que están involucradas. Los procedimientos ejecutados hasta la fecha han revelado importantes detalles sobre el nivel de sofisticación, control e infiltración de dichas agrupaciones en diferentes ámbitos.

Esta no es la primera vez que hago énfasis en la relevancia de la información que ha salido a relucir gracias a la judicialización de este tipo de casos. En el pasado he señalado el papel crucial que estos datos juegan en la generación de opinión pública en torno al tema de seguridad. Los que estamos involucrados en el debate de la seguridad pública, he argumentado, debemos de utilizarlos como punto de partida para nuestras lecturas y análisis. He recalcado la importancia de esto específicamente en el contexto de la contienda electoral que se avecina. Sin duda resulta de utilidad para poder cuestionar, examinar e indagar más a fondo las propuestas hechas por los candidatos.

Los debates públicos sobre temas sensibles como la seguridad siempre corren el riesgo de generar posturas extremas que distorsionan las lecturas y análisis. Un ejemplo claro es la dinámica creada por la administración Trump en el debate sobre de la mara Salvatrucha. Es importante tomar en cuenta que, en cualquier debate, la serie de intercambios entre las partes resulta en un balance de posiciones, el cual puede resultar en una polarización o en un consenso. Por ejemplo, cuando una de las partes presenta un argumento convincente y sólido, la otra busca plantear uno igual o más convincente y sólido, y así sucesivamente. Cuando los debates involucran posturas extremas y fijas, como la de la administración Trump, el balance elimina la posibilidad de que este balance lleve a un punto intermedio. Todo se vuelve binario, blanco o negro.

Esto es fácilmente discernible. Debido a que Donald Trump y sus funcionarios se mantienen en inamovibles en un discurso extremo que proyecta a la mara Salvatrucha como una de las principales amenazas para su país, sus contrapartes dedican gran energía en contrarrestar dicha postura. Algunos, por ejemplo, aseguran que dicha pandilla está siendo utilizada para manipular la opinión pública y crear condiciones más amigables a la introducción e implementación de políticas migratorias más estrictas y contundentes. La premisa central de dicho argumento es que el gobierno estadounidense está exagerando la amenaza que la mara Salvatrucha representa para Norte América y, adicionalmente, empleando datos imprecisos para crear la percepción de que dicha pandilla es un problema exportado desde Centroamérica hacia Estados Unidos y no viceversa.

Este intercambio de posturas, lastimosamente, ha distorsionado los análisis y lecturas del problema que representa la mara Salvatrucha en ese país. Mientras el Gobierno Estadounidense trata de proyectarla como una pandilla sumamente organizada, estructurada, calculadora y peligrosa. Otros tratan de pintarla como un grupo poco organizado, flexible y reaccionario. La posibilidad de llegar a un punto intermedio, balanceado, bajo estas condiciones, es poco probable.

El debate en El Salvador no experimenta, por el momento, una dinámica tan problemática. Existe un buen balance de información sobre el problema de pandillas. Hay, por supuesto, trampas que se deben de evitar, pero estamos en una mejor posición para generar un debate serio y técnico de cara a las elecciones.

Criminólogo

@_carlos_ponce