El populismo de la fe

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Por Cristina López

26 May 2018

El jueves pasado, los diputados electos el 4 de marzo llevaron a cabo la primera sesión plenaria ordinaria. Lo que hizo ruido y dio material para discutir no fueron necesariamente los pensados dictámenes ni el elevado nivel de debate parlamentario, sino el hecho de que la plenaria contó también con la visita de la imagen de la Virgen de Fátima. El departamento de comunicaciones de la Asamblea se encargó de publicitar la devoción del diputado Norman Quijano, que en su calidad de presidente de la Asamblea le dio la bienvenida a la imagen y a sus custodios y participó en la procesión y eucaristía. No estuve ahí, pero en redes sociales sobraban las fotos.

Inmediatamente se desató el debate y uno de los argumentos más repetidos y válidos fue el que cuestionaba la celebración de un acto religioso dentro de un órgano gubernamental perteneciente a un Estado laico democrático. Debates así hacen que me entre la nostalgia por los años universitarios y las clases de Teoría del Estado y Derecho Constitucional, con los cuadernos y códigos manchados de plumón. A ver, no les falta razón a los fervientes propulsores del republicanismo laicista en el sentido que, si bien nuestra Constitución no dice específicamente que el Estado es laico, lo manifiesta de manera clara e implícita a lo largo del texto y lo refuerza con legislación secundaria. Aparte, lo confirmó una sentencia judicial en 2008. Y cuando la Constitución declara que la soberanía del Estado deviene del pueblo y regula las garantías ciudadanas hace al electorado el ente mandante y no a iglesia alguna.

La visita de la imagen de la Virgen a la Asamblea no violentó necesariamente esta laicidad desde el punto de vista legal. Lo que sí constituyó, en mi opinión particular, fue una manifestación más del populismo religioso con el que nuestros gobernantes explotan las creencias y fervor de gran parte del electorado. Y es una estrategia tan vieja como el hambre en nuestro país, porque se sirve de que por lo menos desde el punto de vista cultural, El Salvador ha sido históricamente eminentemente católico. Es a sabiendas de eso que muchos candidatos, incluso algunos que no se persignan desde su primera comunión, hacen de la misa una parada clave en sus giras proselitistas, siempre acompañados de las cámaras.

Y de la explotación de la fe con fines proselitistas no tiene el monopolio ninguno de los partidos. En un acto de descaradísimo cinismo fue nuestro expresidente efemelenista, el asilado, el que abusó de la imagen del Beato Monseñor Romero para hacer campaña. A la hora de gobernar, ni a la hora de parrandear en Miami, en poco se veía la influencia romerista. Pero es que esa no era la intención, claramente.

En un par de años, si las tendencias se mantienen, esta estrategia política probablemente cambiará y no será la Virgen la que visite ni serán las misas lo que exploten los políticos, sino más bien los cultos evangélicos. Datos de 2017 demostraron que en El Salvador, la población evangélica va en aumento, al igual que la población no creyente. Según La Prensa Gráfica, “el 45 % ... dice profesar la religión católica, mientras que el 35 % asegura ser de religión evangélica. El 17 % dijo no tener ninguna preferencia religiosa, mientras que el 2 % dijo que opta por una religión diferente a las mencionadas anteriormente”.

El tema no es necesariamente si llevando a la Virgen o no, representan a cabalidad las creencias de la población. Lo problemático es el proselitismo implícito y la explotación de los signos religiosos en el ámbito legislativo. El asqueroso propósito al final, y dispensen el cinismo, es disfrazar de devoto y moral decisiones gubernamentales que tienen consecuencias profundamente injustas para tantos individuos que siguen mereciendo representación legislativa y protección estatal, con independencia de la fe que profesen o de si se congregan o no. Lo ideal, para no incurrir en el irrespeto de explotar símbolos que son sagrados para tantos salvadoreños y evitar disfrazar de sacro lo injusto, es darle a cada cosa su lugar. A la Asamblea que vayan a trabajar por el país. Y a venerar en lo privado, a pesar de que sea menos atractivo para tantos políticos, pues en lo privado no hay fotos.

Lic. en Derecho de ESEN

con maestría en Políticas Públicas

de Georgetown University.

Columnista de El Diario de Hoy.

@crislopezg