¿Hacia dónde vamos, compatriotas?

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Por María Alicia de López Andreu

18 May 2018

Mi padre y mi hermano mayor me inculcaron el hábito de la lectura, descubriéndome su belleza, al grado que me parece inconcebible la vida sin tener a mano un libro como cercana compañía.

A través de páginas y escritores conocí de heroísmos y también de vicios y maldades. Las infamias permanecieron encerradas, a Dios gracias, entre las páginas de los muchos libros que he tenido la oportunidad de leer. Hasta ahora.

Porque nunca creí que, en nuestro país, llegaría a saber de horrores que solo en los libros más crudos conocí. Sucesos macabros han llenado los medios informativos recientemente y, de nuevo, debemos preguntarnos: ¿qué nos está pasando? ¿Hacia dónde vamos, compatriotas?

No es solamente el hecho de los muchos feminicidios cometidos, sino del lujo de barbarie empleado, precisamente por aquellos en quienes más se confiaba y quería: esposos, novios, compañeros de trabajo, padres de los hijos, etc. ¡Un nieto que asesina a su abuela a batazo limpio, por Dios!

No paramos allí: servidores públicos en seguridad que asesinan a su compañera o ex compañera de vida, otro que mata a su padre, algunos de ellos posteriormente se suicidan, aumentando la mortandad ya de por sí angustiosa. Antes habíamos visto a padrastros matando a golpes a sus hijastros, como aquel desgraciado que golpeó contra la pared a un niño de tres años, hasta darle muerte.

Y la crueldad continúa su camino mortal e innovador: el caso de la madrastra que, además de golpear y tratar inhumanamente a su hijastra de doce años, la obligaba a comer excremento de perro, bajo la vista gorda del padre biológico de esa pobre niña. Pero la gravedad de este caso es mucho mayor porque esa desalmada mujer —que si existiera la pena de muerte debería aplicársele— es empleada del Ministerio de Educación. Y, según informaba un periódico, trabaja en el ISNA, ¡el Instituto Salvadoreño para la Niñez y la Adolescencia! ¡Semejante monstruo, a cargo de otras criaturas! No, mil veces no. Estas cosas no pueden estar sucediendo.

Mientras, el presidente Sánchez Cerén anda de arriba para abajo haciendo propaganda, tratando de recobrar los votos perdidos, después que pasó escondido sus nueve años y medio (vicepresidente de Mauricio Funes, qué honor) “gobernando” (¿?). ¿Y Óscar Ortiz? En cuanto está disfrazado de empresario, lo está de ingeniero, de médico, de economista, de obrero, de todo lo imaginable, tratando de lavar la cara de su gobierno inepto y corrupto.

Pues, en lugar de estar viendo qué más regalan (subsidios, bonos, títulos de propiedad, charamuscas), dedíquense a limpiar de alimañas las instituciones que tienen a su cargo. Porque también en las escuelas, en las oficinas gubernamentales y en todo aquello que al Ejecutivo le compete, hay personas que deberían estar purgando las penas más severas por su terrible comportamiento. Igual purga deberán hacer todas las instituciones del estado.

Y nosotros, la sociedad entera, no nos lavemos las manos. Todos, muy particularmente la familia, la escuela y las iglesias, debemos hacer un profundo examen de conciencia. ¿Qué nos pasa y qué haremos para corregir el rumbo? Nuestro amado país va a la debacle porque nosotros, sus hijos, estamos pervirtiéndonos a niveles inimaginables. Analicémoslo en serio y actuemos.

Mañana, Día de Pentecostés, pidamos al Espíritu Santo que nos ilumine para encontrar soluciones. Y nos dé fortaleza para implementarlas.

Columnista de

El Diario de Hoy