¿Democracia mediocre?

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Por Ricardo Avelar

16 May 2018

El proceso de elecciones internas de ARENA ha sido uno de los más democráticos que el país ha visto. Voto secreto, un padrón más o menos estructurado, cuasi debates para conocer las posturas de los precandidatos y un amplio escrutinio de la sociedad civil son algunos de los factores que permiten reconocerle al partido tricolor un paso en la dirección correcta.

Sin embargo, tras una inspección más cuidadosa, estas internas dejan también mucho que desear. Numerosos informes dan cuenta de favoritismos de las estructuras hacia uno u otro precandidato y en cada visita, mitin o evento, estos aspirantes se hacían acompañar por algunos cuestionables personajes de la política nacional.

“Líderes” con procesos abiertos en la Sección de Probidad, alcaldes que han transformado sus municipios en cuestionables feudos, personajes que han llegado armados a la Asamblea Legislativa, entre otros, son algunas de las figuras que manchan este intento de poner en manos ciudadanas más poder de elección.

El proceso más limpio y democrático es, a su vez, un tanto opaco y con grandes fallas. Ahí reside uno de los grandes problemas de la política salvadoreña: tenemos pobres estándares y nos conformamos con poco. Corregir eso es un balón en la cancha de la ciudadanía.

Si tomáramos más en serio nuestro rol de ciudadanos como fiscalizadores del poder, quizá el proceso de internas de ARENA sería propio de alguno de los partidos minoritarios y periféricos, de esos que no tendrían mucho que presumir. Y a los partidos fuertes y establecidos la gente les exigiría procesos verdaderamente limpios.

Cualquier precandidato que se rodee de personajes cuestionables se vería automáticamente como alguien que los valida y eso le haría ganarse el repudio del ciudadano harto de que sus impuestos se destinen a una piñata de favores y beneficios. Un foro de eslóganes sería visto como un evento inspiracional pero de poca utilidad. Si de verdad hubiese debate, se esperaría que quien modere el espacio haga preguntas incómodas para medir posturas, temple y credenciales democráticas de diálogo.

En un respetable proceso de primarias, los medios de comunicación competirían por ganar el respeto de las audiencias dando seguimiento cercano a cada promesa, evaluando su factibilidad y los costos de cada una. Habría equipos dedicados a verificación de datos y a identificar inconsistencias y ningún precandidato podría aspirar a una cobertura tipo farándula, cuando aspira a tan importante cargo como la presidencia de la República.

Pero ese no es el país en el que vivimos. En el nuestro, el pináculo de la democracia interna todavía deja dudas, pero no por ello lo debemos despreciar. Debe servir como un mínimo no negociable para cualquier partido que pretenda acceder al poder. Afortunadamente, estamos a tiempo de ver qué hará el resto de institutos políticos de cara a 2019. Dentro del FMLN se está viendo un interesante proceso donde los Martínez (Hugo y Gerson) parecen estar desligándose de los dedazos y dan una ligera idea de que el militante tiene una opción más allá de los designios de la poderosa Comisión Política. En el resto de partidos preliminarmente interesados, no se ve mayor cosa que llame la atención.

Traigo al resto de competidores a colación porque un sistema de partidos no funciona tan diferente a un mercado de bienes o servicios. Entre más competencia haya, se espera que los servicios mejoren y que sea el cliente (o el votante) el gran ganador del proceso. Esto depende de que haya reglas e incentivos claros, pero también de que el último afectado esté listo a exigir decencia o a dejar de consumir una opción.

Si el limitado proceso de ARENA es el mejor, esto habla de la mediocridad en la ejecución de nuestro sistema de partidos. Aquí hay una oportunidad de oro para exigirle a cada bandera que quiera aspirar a cargos públicos que supere a su contrincante, que muestre debates más incisivos, que depure a sus miembros más cuestionables, que sea más transparente en sus registros, que no siga a líderes mesiánicos, entre otras cosas.

Nuestro sistema de partidos llega a ser lamentable, pero se puede rescatar. Todo depende de que sepamos exigir y con base en resultados, premiar o castigar. Solo este dinamismo nos podrá acercar a una democracia real y funcional. Moverse es importante, es primordial. De no hacerlo, como dice el cantautor uruguayo Jorge Drexler, “lo mismo con las canciones, los pájaros, los alfabetos: si quieres que algo se muera, déjalo quieto”.

Columnista de El Diario de Hoy.

@docAvelar