El lamentable apogeo de lo peor de lo peor

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Por Carlos Ponce

16 May 2018

Hay momentos en la historia en los que nuestra calidad humana se restaura y solidifica. Durante desastres naturales, por ejemplo, las personas con vocación de servicio, valientes y con gran empatía, sin pensarlo, se ofrecen como voluntarios para ayudar desinteresadamente en labores de búsqueda o para atender a las personas afectadas por la tragedia. Esas ocasiones sacan lo mejor de la mayoría, nos une como seres humanos y salvadoreños. Bajo ciertas circunstancias, hasta pueden transformar por completo a una sociedad. Tiene el potencial de rescatarnos de nuestros peores fondos y enrumbarnos en la dirección correcta. Otros momentos, sin embargo, tienen un efecto totalmente contrario. Lastimosamente, El Salvador ha pasado recientemente por dos situaciones de este tipo.

Ciertos sucesos dividen y despiertan tantas emociones que llegan a despojar de toda racionalidad, objetividad, respeto y serenidad a cualquier debate en los que sean discutidos. Las partes involucradas sacan a relucir su peor versión. Los defectos e instintos más detestables florecen. Perdemos el norte. En este tipo de contexto, lo peor de la sociedad está en su apogeo. Las personas que hacen de la arrogancia, los insultos, la discriminación y el odio sus herramientas de interacción preferidas, están en su salsa. Ahí se destacan.

Los intercambios suscitados en redes sociales alrededor de dos temáticas tuvieron este efecto. Sacaron lo peor de quienes decidieron involucrarse. Bueno, no en todos, pero si en una parte significativa de quienes participaron en el debate. Fueron temas muy puntuales: la golpiza propinada a un adolescente dentro de un colegio religioso privado y la discusión de la legislación del aborto. En ambos casos se desataron vergonzosas cadenas de mensajes entre personas que regularmente plantean sus posturas de forma mesurada, calculada, respetuosa e inteligente.

Los dos temas son importantes y deben ser debatidos ampliamente. Solo a través del debate se llega a puntos de convergencia, a entendimientos. Solo así se logra una convivencia pacífica y tolerante. Los intercambios en redes sociales, sin embargo, no tuvieron nada de eso. Terminaron en un intercambio de insultos, desacreditaciones y faltas de respeto que dividieron más a nuestra sociedad y sacaron a relucir los más condenables complejos, frialdades y odios de los que adolecen algunos salvadoreños. Dominaron, por supuesto, los que están acostumbrados a comportarse de esa forma. Algunos de ellos esconden su desidia por la libertad de expresión y la tolerancia a opiniones opuestas, falsamente abogando por el respeto de estas mismas cualidades. Sospecho que el componente religioso que ambos temas implican fue un elemento clave que despojó de racionalidad el debate. Unos aprovecharon el momento para atacar el catolicismo y lo que representa, utilizando creativas (y otras no tan creativas) estrategias para insultar la religión y a quienes la practican. La otra parte ultrajó abiertamente a los que no comparten sus creencias o a quienes no comparten su punto de vista.

La falta de tolerancia, el poco respeto y la carencia de empatía para comprender posturas diferentes, es un componente importante en la evolución del problema de inseguridad que vivimos hoy día. Esa es la conflictividad que explotan las pandillas. La agresividad y alta disposición de atacar a quienes representan un obstáculo es precisamente lo que dichas agrupaciones alimentan y perpetúan. Es lo que las hace tan peligrosas y contagiosas.

Transformar nuestro país, sin duda, requiere que reconozcamos y desarrollemos la capacidad de tolerar el disenso, de comprender que otros pueden pensar distinto o tener otras creencias. Esto no implica, de ninguna manera, o debe de interpretarse bajo ninguna circunstancia como una justificación para realizar negociaciones oscuras con estructuras criminales. El fin jamás justificará los medios. Más bien es un llamado a debatir los principales problemas del país con tolerancia, respeto, objetividad y empatía.

Criminólogo

@_carlos_ponce