Hacia el verdadero desarrollo

descripción de la imagen

Por Teresa Guevara de López

12 May 2018

Los ciudadanos sentimos que hemos vivido en época electoral desde hace bastante tiempo. Como que tras las elecciones del 4M, no hubo un espacio de calma, pues se inició la campaña para las internas de ARENA y hoy estamos con la peculiar campaña del FMLN, donde los Martínez realizan juntos su curiosa actividad proselitista. Pero una constante de todas estas campañas ha sido la promesa de generar empleo, terminar con la violencia, mejorar los sistemas de salud y educación, para llevar al país al desarrollo.

Y hoy resulta que el término desarrollo tiene muchas acepciones, dependiendo del concepto que de él tengan las personas que lo usan. Como decía Campoamor: “En este mundo traidor, nada es verdad ni mentira. Todo es según el color, del cristal con que se mira”.

Recientemente un apreciado diplomático en un artículo periodístico recordaba la vida en una aldea de Escocia, y los principios conservadores que regían a sus habitantes, incapaces de cambiar sus ideas y maneras de pensar, y cómo la apertura de sus autoridades al pensamiento progresista de reconocer los derechos reproductivos de las mujeres y de la comunidad LGBTI convirtió a esa aldea en un lugar de progreso y desarrollo gracias al cambio de mentalidad en esos principios.

El artículo en cuestión fue comentado por respetados columnistas como Federico Hernández, quien consideró que comparar esa aldea con nuestro país, recomendando un cambio de nuestra mentalidad retrógrada para incorporarnos al progreso, constituía una clara ofensa, aunque envuelta con guantes de seda.

Nuestro progreso no puede basarse en negar principios y valores universalmente reconocidos en la civilización occidental, cuyas raíces judeo cristianas, hoy la Vieja Europa está rechazando al no permitir que el nombre de Dios fuera incorporado a la Constitución de la Unión Europea, olvidando que esos pueblos, antes de llamarse Europa, se llamaron “la cristiandad”. Pero para los salvadoreños, la defensa de la vida humana desde su concepción, el respeto por los discapacitados y ancianos y por la familia tradicional que inicia con el matrimonio entre un hombre y una mujer así nacidos, son valores que defenderemos siempre y de los que estamos orgullosos de poder transmitir a nuestros hijos.

El Reino Unido ha sido, para Europa y el mundo, un ejemplo de democracia y libertades, pionero en la defensa de los derechos ciudadanos, desde la promulgación de la Carta Magna del Rey Juan. Pero lamentablemente, y por un mal entendido desarrollo, el Estado privó a los padres de Alfie Evans, el legítimo derecho de mantenerlo con vida, con medios artificiales, aunque padeciera de una enfermedad terminal. No permitirles viajar a Italia, que generosamente había ofrecido la nacionalidad y facilidades médicas adecuadas para que el niño fuera atendido en ese país, contando con la mediación del Papa Francisco, son características de los estados totalitarios. Porque en Gran Bretaña, desde 1989 existe una ley que permite al Estado intervenir para tutelar el mejor interés de los niños, para protegerlos de sus propios padres, ya que mantener a Alfie suponía un enorme costo económico.

Con la ayuda de Dios, nuestros pueblos seguirán “rezando a Jesucristo y hablando en español” como canta Rubén Darío en su poema “Roosevelt”, defendiendo nuestros valores de aldea, mientras el desarrollo alcanzado a través de los siglos por los países de la Europa del Primer Mundo está a punto de hacerlos sucumbir mediante la desaparición de su civilización, ya que, gracias a sus estrictas política demográficas, no han duplicado su población y antes de finalizar el siglo serán países islámicos. Pero ya no serán aldeas gracias al desarrollo.

Columnista de

El Diario de Hoy