Manejando el estrés

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Por José Sifontes

04 May 2018

En nuestro artículo anterior hablamos del estrés y dijimos que cierta dosis de éste es no solo inevitable sino que hasta útil para mejorar el desempeño (nivel óptimo de estrés). Un muy bajo nivel conduce a un pobre rendimiento y no extrae de las personas todo su potencial. Los niveles demasiado elevados llevan a un desgaste físico y mental, y precipitan o agravan muchas enfermedades, tanto agudas como crónicas.

Con el estrés el organismo entra en estado de alerta, preparándolo para reaccionar adecuadamente ante cualquier peligro. Esto es necesario y nos permite protegernos, es un mecanismo de supervivencia. Pero debe tener una duración y una intensidad tolerables. Cuando es excesivo o muy prolongado la cosa cambia y se vuelve nocivo. La circulación de elevadas cantidades de cortisol y adrenalina, las sustancias de las reacciones de emergencia, producen con el tiempo alteraciones en el sistema inmune y endocrino, afectando muchas funciones fisiológicas. Las consecuencias pueden caer en el terreno de los desórdenes psiquiátricos, como estados depresivos y ansiosos, o en el somático.

No habría suficiente espacio en este artículo para nombrar las enfermedades o padecimientos relacionados al excesivo estrés, baste mencionar que no hay ninguna especialidad médica que no trate enfermedades relacionadas al fenómeno.

No hay que ser especialista para darse cuenta de que muchos salvadoreños estamos sometidos a un excesivo nivel de estrés. La situación económica y la criminalidad son los factores más señalados, cualquier encuesta lo dice. En el plano personal esto se expresa a través de manifestaciones somáticas o nerviosas, como trastornos cardiovasculares, alteraciones digestivas y metabólicas, o bien irritabilidad, desórdenes del sueño y preocupaciones sobre la salud que llegan a lo extremo. En estados de tensión la mente vuela y una pequeña masa en el cuerpo se interpreta automáticamente como cáncer y una llamada de un número desconocido es una mala noticia.

Es importante y hasta vital controlar el estrés excesivo. Pero, ¿es esto posible? Afortunadamente la respuesta es afirmativa. Tomando en cuenta que no es factible ? ni deseable— llevarlo a cero, es posible disminuirlo a niveles aceptables y evitar que nos enferme. Obviamente en los casos complicados lo mejor es buscar ayuda profesional, pero mientras no se llegue a tanto existen formas de controlarlo eficazmente.

Las siguientes son recomendaciones generales que, según estudios serios, han demostrado dar resultados. No deben verse como esos libros de “Hágase rico en doce fáciles lecciones”. Hay que analizarlos y determinar cuáles son más propicios para cada quien. Los más importante son estos: 1- Haga ejercicio. Investigaciones médicas indican que hasta unos pocos minutos de ejercicio diario contribuyen a la reducción del estrés; 2- Aprenda a decir “No”. Esto disminuye la carga de compromisos y muchas preocupaciones; 3- Delegue responsabilidades. No las asuma todas usted mismo, enseñe a otros y confíe. 4- Búsquese un hobbie, acorde a sus intereses y preferencias. No debe ser algo competitivo; 5- Tenga un gurú. Una persona de quien confíe en su buen juicio, para conversar de sus problemas y obtener un oportuno consejo; 6- Duerma al menos 7 horas. De acuerdo con estudios, esencial para el equilibrio hormonal, para la respuesta inmune, y el buen ánimo; 7- Tenga una mascota. Perro o gato, no importa, alegran la vida y lo llevan incluso a filosofar sobre la existencia; 8- Rodéese de gene positiva y agradable. Uno escoge a sus amigos, hágalo bien; 9- Lea. Idealmente obras de calidad, que lo transporten. Por lo menos artículos de diarios.

Médico psiquiatra.

Columnista de El Diario de hoy