Hombres que matan

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Por Erika Saldaña

30 April 2018

En El Salvador hay hombres que matan a las mujeres. Les quitan la vida, pero también hay hombres que matan la autoestima, el orgullo y la dignidad. Y lo hacen solo porque sí, pues una pelea de pareja, celos, problemas económicos o cualquier otra circunstancia no justificarán jamás el maltrato ni la ola de feminicidios que entristece al país. Urge cambiar la cultura machista en la que estamos sumergidos.

Hay que aclarar: no todos los hombres son malos ni son el enemigo. He tenido la fortuna de vivir rodeada de hombres a quienes les debo mucho por enriquecer mi vida, colaborando a que yo sea la mujer en que me he convertido. Papá, hermanos, tíos, jefes, profesores, compañeros y amigos, quienes reconocen el valor igualitario e impulsan siempre a ser mejor persona. No podemos generalizar. Pero estoy clara que vivo en una burbuja; no se puede obviar que en El Salvador buena parte de mujeres sufre las consecuencias de un machismo arraigado en todos los niveles.

El machismo está en todos lados y se refleja en formas de violencia física, verbal, sexual, económica, etc. Es mucho más claro evidenciar este tipo de conductas cuando vemos a una mujer maltratada, golpeada o violada; pero el machismo y la violencia también se manifiestan de maneras más sutiles. Hay hombres que ofenden, humillan, amenazan, controlan a sus parejas, hijas, hermanas, mamás; hay hombres que prohíben manera de vestirse, deciden si vas o no vas a un lugar, o con quién hablas y con quién no. Prohibir a una mujer algo que quiere hacer u obligar a lo que no se desea también son muestras del machismo y agresión en nuestra cultura. Estas conductas son inaceptables y como sociedad no podemos normalizarlas.

La cultura machista no solo se refleja en hombres. Como lo dije a principios de 2017, también hay machismo vestido de mujer, el de aquellas que —en lugar de mostrar un poco de empatía por la difícil situación que vive una mujer abusada— culpan a estas de los hechos en las que se ven involucradas. Que por qué nos vestimos de una forma, que por qué andamos solas, que por qué vamos a esos lugares; estos no deberían ser condicionantes de si nos pasa algo o no, merecemos respeto siempre. Esto no es justificante de ninguna agresión. La culpa nunca es de la víctima.

Hay mucho trabajo pendiente para erradicar el machismo y la violencia contra las mujeres. Primero, hay que empoderar y acompañar a las mujeres para que se animen a denunciar a los hombres que les han hecho daño; estas personas necesitan ayuda, orientación y fortaleza. También tenemos que desaparecer algunos mitos todavía presentes en la sociedad: no hay motivo que justifique soportar una relación abusiva, está bien separarse de un hombre que te maltrata, está bien divorciarse. Como dice el dicho, mejor sola que mal acompañada. Como contrapartida, el sistema de justicia tiene que estar listo para atender estos casos con la importancia y especialidad que merecen.

Además, tenemos que “cambiarnos el chip” como sociedad. El avance más efectivo será educar a nuestra familia y a las nuevas generaciones en igualdad y respeto a las mujeres. Si tiene la oportunidad de criar niños y niñas, erradique el cliché “esas son cosas de niñas” o “esos solo lo hacen los niños”; explíqueles que niños y niñas tienen las mismas responsabilidades, derechos y merecen las mismas recompensas; que todos podemos ser frágiles pero también fuertes.

En el corto plazo tenemos que ayudar, fortalecer y orientar a las mujeres que sufren los abusos; entender que estas personas tienen cargas emocionales que no pueden ser superadas solas. A mediano plazo es importantísimo establecer una cultura en el sistema educativo en la que el machismo no sea patrón de conducta y la agresión la manera de resolver conflictos. Esa cultura de menosprecio a la vida y a la mujer debe ser minimizada y es deber de todos. Familia, escuelas, universidades, Estado, ONG, periodistas, iglesias, todos los que inciden en producir y reproducir ideas y conductas tienen que ver en esto. Las mujeres no son pertenencia de ningún hombre; son compañeras, son amigas, son familia, son iguales.

Abogada, columnista

de El Diario de Hoy