La corrupción en la carrera por la presidencia

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Por Carlos Ponce

27 April 2018

Las elecciones internas para elegir candidato presidencial finalizaron el fin de semana pasado en ARENA. Los afiliados eligieron a Carlos Calleja, el más joven de los tres que participaron en el proceso. Al igual que los otros dos contendientes, Javier Simán y Gustavo López, Calleja no nunca ha trabajado en el sector público y, por lo tanto, no tiene se tiene que preocupar del efecto que esto tendría sobre la credibilidad de su discurso. Sin embargo, se ha rodeado de gente que si puede debilitar sus planteamientos. Entre quienes apoyan visible y abiertamente a Calleja hay personajes vinculados al pasado político que aborrecen los salvadoreños. Esto, sin duda, choca con la “Nueva Visión” propuesta por Calleja y con su postura de cero-tolerancia a la corrupción.

La corrupción será un tema clave para las próximas elecciones. La posición de los candidatos en relación con este problema tiene el potencial de ganarles o restarles muchos adeptos. Distintos instrumentos de medición indican que la ciudadanía percibe que la corrupción se ha agudizado. La gente no cree en los funcionarios públicos y, en general, en los políticos. Peor aún, los salvadoreños asocian la corrupción con la incapacidad de los funcionarios y, en consecuencia, con su poco interés de resolver los principales problemas que afectan diariamente a la gran mayoría, como la inseguridad.

Retomando dos de los términos utilizados frecuentemente por el joven empresario, Calleja aún está a tiempo para desechar el “círculo vicioso” del que se ha rodeado y cambiarlo por un “círculo virtuoso” de personas que valgan la pena. Solo así podrá prevenir que se contamine su discurso anticorrupción y pierda fuerza su “Nueva Visión” de país. Necesita buscar mujeres y hombres íntegros, honestos y capaces, para sustituir a los que solo debilitarán sus planteamientos. Si no lo hace, no logrará convencer a los que aún no le compran su discurso.

Aun así, Calleja tiene ventaja sobre los precandidatos que han salido a desfilar en el partido oficialista. A él no lo persigue la oscura sombra de haber sido un funcionario público. En cambio, Gerson Martínez y Hugo Martínez, las posibles cartas del FMLN, sí tienen ese problema. Ambos han sido parte de dos de los gobiernos más corruptos de la historia de El Salvador. Nunca abrieron la boca para criticar o denunciar a las redes de corrupción que carcomen el aparato estatal. Eso los hace cómplices o, cuando menos, plantea serias dudas sobre cualquier postura que adopten en su campaña en contra de la corrupción o las viejas prácticas políticas.

A Nayib Bukele también lo persigue el mismo fantasma. No fue hasta hace poco cuando empezó a hablar sobre corrupción y trinquetes políticos en el FMLN. Guardó silencio por demasiado tiempo. Esto no quiere decir que cualquiera de los Martínez o Bukele no puedan revertir su actual posición; lo pueden hacer, solo que les costará más tiempo y esfuerzo.

Muchos pueden tildarme de optimista al pensar que los candidatos no se van a dejar ir así como están y harán los cambios que vayan en contra de la corriente. No obstante, prefiero ser optimista y exigente. Estoy seguro de que la mayoría está de acuerdo con demandar más de los candidatos, exigirles que vayan más allá de las palabras bonitas y que acompañen sus discursos con acciones que demuestren su compromiso con desarticular las redes de corrupción en El Salvador y cambiar la forma de hacer política. Este es el reto que los salvadoreños debemos plantearles a los candidatos.

Criminólogo

@_carlos_ponce