En manos del próximo Presidente de la República estará nuestro futuro

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Por José Domingo Méndez

26 April 2018

Con el paso del tiempo ha crecido el desencanto de la población con los partidos políticos y con la gestión presidencial, lo que se traduce en una pérdida constante de credibilidad y, sobre todo, de la confianza en la capacidad de las instituciones del Estado para resolver los problemas que le aquejan, situación que se ha agudizado durante la administración de los dos últimos gobiernos.

Desde la firma de los acuerdos de paz, el país ha entrado en un ciclo sinuoso de esperanza y desencanto que está llegando a su fase de agotamiento después de un cuarto de siglo.

A la fecha, después de la experiencia vivida en las elecciones del 4 de marzo, no cabe duda de que la población ha madurado y se resiste a presiones de todo tipo. Es por ello que las próximas elecciones del 3 de febrero de 2019, cuando se elegirá con el voto popular el próximo presidente que regirá los destinos de la Nación, representan la oportunidad de oro para impulsar la transformación que el país necesita.

En un régimen presidencialista por excelencia y con una distribución de fuerzas más pluralista en la Asamblea Legislativa, hay tres aspectos vitales, aunque no son los únicos, que esperamos sean impulsados por el próximo Presidente de la República que sea electo el 2019.

El primero es el que tiene que ver con el respeto irrestricto a la legalidad y que se refleja en la sujeción al principio de la separación de poderes, base fundamental de la democracia y del Estado de Derecho, y en la garantía del ejercicio de los derechos individuales de libertad, justicia y participación política y los derechos comunes de seguridad jurídica y convivencia social.

En la actual coyuntura y sobre todo durante los dos últimos gobiernos hemos percibido que no se ha cumplido con estos valores jurídicos y políticos, debido a la resistencia en acatar las Sentencias de la Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia, que ha constituido un bastión en la defensa de la libertad y del Estado de Derecho, por lo que es oportuno destacar que durante mi gestión como primer Presidente de la Corte Suprema de Justicia y de la Sala de lo Constitucional, después de los Acuerdos de Paz, pude constatar la importancia del respeto a la independencia y autonomía de los Órganos del Estado, condición que es de justicia reconocer, que fue absolutamente cumplida por el gobierno presidido por el Dr. Armando Calderón Sol.

El segundo se refiere a la necesidad inexcusable de impulsar un modelo de crecimiento económico robusto, incluyente y duradero, que promueva el ahorro y la inversión, genere empleo de calidad para todos los salvadoreños y respete la naturaleza y los valores culturales, apostando por políticas sectoriales en la construcción de la base material de nuestro desarrollo sostenible.

El tercero tiene que ver con la política exterior, que en un marco de respeto a las normas y convenciones internacionales, promueva y mantenga un ambiente de cordialidad con nuestros socios comerciales y sobre todo, con países como los Estados Unidos en los que reside un alto porcentaje de nuestra población y cuyo flujo de remesas, constituye uno de los rubros más importantes de nuestras cuentas nacionales y componente vital de la economía familiar y que en la actualidad se encuentra padeciendo una lamentable y dolorosa incertidumbre en su situación migratoria, por haber llegado a su fin el programa Estatus de Protección Temporal (TPS).

Obviamente hay muchos otros asuntos importantes para la correcta y esperanzadora administración de un futuro gobierno, pero en principio con el cumplimiento y la atención a estos tres aspectos vitales de la gestión, se iniciaría un importante cambio de rumbo que el país necesita.

Por eso, al igual que comenzamos, terminamos diciendo AL PRÓXIMO PRESIDENTE DE EL SALVADOR: En sus manos depositaremos nuestro futuro.

Expresidente de la Corte

Suprema de Justicia y

presidente de Concertación

Democrática Nacional