¿Cómo consideramos el éxito?

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Por Elizabeth Castro

07 April 2018

La palabra ÉXITO, aunque de uso bastante común, tiene actualmente diferentes interpretaciones. El diccionario de la RAE lo define como “el resultado feliz de un negocio, proyecto o actuación”, por lo que quienes lo alcanzan pueden considerarse personas exitosas, calificación que todos aspiraríamos a merecer, aunque para algunos, esta palabra tenga connotaciones peyorativas y hasta ofensivas, como si la prosperidad económica fueran un insulto.

En un reciente foro televisivo en que participaban Luis Portillo, Erika Saldaña y Andy Failer hablando sobre los tres aspirantes a la candidatura presidencial de ARENA, el moderador de manera cautelosa les preguntó su opinión sobre el hecho de que los tres fueran personas “exitosas y afortunadas”, cuidándose mucho de calificarlas de ricas o acaudaladas.

Luis Portillo afirmó que él conocía personalmente a los tres empresarios y que consideraba que el éxito que habían tenido en sus respectivos negocios reflejaba el esfuerzo de sus antepasados y del resto de sus familiares, como ejemplo de trabajo arduo y bien hecho.

Y es que en nuestra sociedad el odio de clases se ha introducido como un veneno a través de la ideología del FMLN que predica que el éxito de una persona se debe a que se ha aprovechado de otros, y que su riqueza resulta de habérsela quitado a los desposeídos. Así, la pobreza reinante es el resultado de este abuso, lo que lamentablemente ha permeado en grandes segmentos de la población, generando un fuerte resentimiento social.

No aceptan que quienes constituyen el exitoso sector privado del país se han esforzado por estudiar por largos años superando dificultades, han sacrificado su tiempo y la dedicación a sus familias para levantar empresas, que comenzaron pequeñas y han crecido con el tiempo, adaptándose a las exigencias del mercado y la tecnología, y dando trabajo a cientos de salvadoreños, permitiéndoles una mejora personal para ellos y sus familias y una mejor calidad de vida.

Reiteradamente la cúpula del FMLN ha declarado sus intenciones de entregar al pueblo los medios de producción, nacionalizar las empresas, para acabar con la pobreza según el modelo del Socialismo del Siglo XXI. Aunque en la otrora rica Venezuela, las empresas nacionalizadas por Chávez y Maduro o desaparecieron o están totalmente quebradas, causando desempleo y hambre en la población, mientras sus dirigentes disfrutan de una vida opulenta. Esto se ha repetido en El Salvador, con los ex comandantes guerrilleros, que sin preparación académica ni experiencia en ningún tipo de negocios, hoy vemos convertidos en millonarios terratenientes, accionistas de empresas en el extranjero, felizmente disfrutando de lo que le han quitado al pueblo.

Hay que reivindicar el concepto de éxito, cuando califica a personas que verdaderamente lo merecen porque se lo han ganado a pulso. Los salvadoreños que ya estamos en la tercera edad, recordamos perfectamente bien que el abuelo Simán comenzó con una tienda y que la cultura de trabajo que infundió a sus numerosos hijos permitió a sus descendientes incursionar en el comercio, la industria, la construcción y dar empleo a miles de salvadoreños. El abuelo Calleja vino del extranjero a trabajar en la carnicería de un pequeño supermercado, negocio familiar que se ha extendido por toda la República. Y que los Laboratorios López iniciaron con el trabajo esforzado de una persona en el negocio farmacéutico. Nada de fortunas exprés.

Para sacar al país del desastroso estado en el FMLN lo ha dejado se necesita un presidente que tenga un verdadero sentido del trabajo bien hecho, y de lo que cuesta, a través de los años, ganarse el pan con el sudor de su frente.

Columnista de

El Diario de Hoy