Arriesgado pero valiente ejercicio

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Por Inés Quinteros

04 April 2018

El pasado 12 de marzo, la revista National Geographic sorprendió a sus lectores con un impactante e introspectivo texto. La pluma de su editora en jefe, Susan Goldberg, firmó un artículo titulado “Por décadas, nuestra cobertura fue racista. Para superar nuestro pasado, debemos reconocerlo”.

Que un medio tan prestigioso admita que hubo racismo en sus páginas es una apuesta riesgosa, especialmente en momentos en que hay más sensibilidad sobre cómo se fracturan las sociedades gracias a la idea de que un grupo de personas es superior a otro. Aun así, optaron por hacerlo.

Para este ejercicio, la revista se apoyó en John Edwin Mason, profesor de Historia de la fotografía e Historia africana en la Universidad de Virginia. El académico resaltó cómo la revista posicionó clichés de poblaciones en lugares “remotos” como África Subsahariana o el Pacífico Sur. A estas las mostraban como poco civilizadas o asustadas por la tecnología, acaso como salvajes. Al mismo tiempo, añadió Mason, las minorías dentro de los Estados Unidos permanecían invisibilizadas por la revista.

A los ojos de este académico, enfocarse en lo exótico silencia los problemas de exclusión y desigualdad. Las décadas de represión y lucha contra esta, de dominio colonial y de saqueo parecieron no existir en una revista que fue para miles su ventana al mundo. Lastimosamente, este mundo quizá permanecerá injustamente idealizado.

Tanto Mason como Goldberg lamentan que la revista no haya utilizado su influencia para educar al público y que, en cambio, haya optado por fortalecer estos estereotipos. Corregir este pasado, añade la editora, significa encararlo.

Este duro pero honesto ejercicio hecho por National Geographic debería marcar la pauta para todos los que nos dedicamos al periodismo y la opinión. Nuestra responsabilidad es enorme, pues de nuestro trabajo depende que el ciudadano salga, día con día, con un panorama más claro del país en que vive.

Para iluminar el futuro de nuestro trabajo es importante que en algún momento emulemos el ejercicio realizado por National Geographic, ya sea como introspección o con publicidad máxima. ¿Estamos orgullosos de todo lo que hemos firmado? ¿De todas las coberturas que hemos aprobado? Y cuando nos equivocamos, ¿fue realmente un error o sabíamos lo que hacíamos? Es importante hacernos estas preguntas.

En la historia de todo medio hay coberturas estelares que permanecerán en los anales de la historia, momentos en los que una línea de investigación reveló un grave escándalo de corrupción, una crisis humanitaria o profundos abusos de poder. Estas historias adornan las paredes de las salas de redacción y marcan la pauta para el trabajo por venir.

Pero hay otro lado de la historia. El de esas notas que sirvieron para prolongar estereotipos, que no hicieron, sino abonar a simplistas dicotomías ideológicas o ayudaron a derribar puentes de diálogo en momentos en que el entendimiento era esencial. Es importante comprometerse a no repetir ese pasado.

Como sociedades, estamos llegando a momentos de grandes oportunidades y grandes riesgos. Las nuevas tecnologías dan acceso a nuevas voces y enfoques, democratizan el conocimiento y permiten establecer un diálogo con los generadores de opinión. Pero también son vehículos para posicionar mentiras, y hay astutos líderes que están aprovechándose del miedo y la ansiedad para hacerse con el poder y abusar del mismo. Y para hacerlo, repiten un mismo guión: el de atacar a la prensa, que ha sido históricamente un valladar contra la corrupción y el poder concentrado. Y luego, posicionan “su verdad”.

Por tanto, nuestro trabajo es más importante que nunca y no solo depende de nuestra técnica periodística y estrategia editorial, sino de la credibilidad. Superar errores del pasado es clave para nuestro futuro. Veamos hacia atrás para comprometernos con las historias que más nos enorgullecen y repudiar los momentos en que fuimos cómplices de narrativas simplistas. Hagámosle frente a nuestros errores pero entendamos por qué los cometimos y alejémonos de tales motivaciones.

En adelante, no más “entrevistas fáciles” o mero posicionamiento farandulesco de políticos. Tampoco ataques injustificados a bandos que nos simpatizan menos. Periodismo honesto, incisivo y edificante. “La democracia muere en la oscuridad”, reza el eslogan del Washington Post. Estamos llamados a proveer luz y claridad. ¿Lo haremos responsablemente?

Columnista de El Diario de Hoy.

@docAvelar